Aglomeración, mal uso del tapabocas, calor y desesperación son los factores que pueden convertir a las agencias bancarias en posibles focos de contagio de la Covid-19 en Maracaibo.
En el segundo día de “flexibilización vigilada” La Verdad realizó un recorrido por la sede de diversos bancos en la ciudad y pudo verificar la presencia de decenas de personas, la mayoría ancianos, que buscaron entrar a las entidades.
Pero lo realmente alarmante de la situación es que los usuarios estaban aglomerados, sin respetar el distanciamiento obligatorio de 1,5 metros o más. Muchos de ellos sentados en la calle o recostados a las paredes.
Se evidencio que al menos el 70 por ciento utiliza mal el tapabocas o simplemente lo lleva en la mano, en la barbilla o guindando sobre una oreja. En el interior de las agencias, cerradas desde marzo, se hizo denso el calor y la transpiración de quienes ingresaron sudados y agitados.
La premura por acudir a los bancos es, ya no tanto recibir efectivo, sino resolver los problemas de bloqueo de instrumentos bancarios que se suscitaron durante los últimos cinco meses.
Con la falta de dinero en efectivo para realizar compras y pagos, la banca digital se convirtió en la única herramienta para tener acceso a alimentos, medicinas, servicios y, además, recibir pagos e incluso ayudas del exterior.
La queja más frecuente es el bloqueo de cuentas por recibir transferencias con montos “no usuales”, bloqueo de usuarios, de tarjetas de débito y desactivación de los chips.
Una vez más la necesidad “obliga” a los marabinos a exponerse al contagio con la Covid-19, para poder comer y adquirir medicamentos. Dos requerimientos básicos para los ancianos, pensionados y jubilados.
“Claro que me da miedo enfermarme, pero más miedo me da pasar hambre. Tengo que resolver el problema con mi tarjeta, porque si no me quedo sin con qué comprar la comida”, señaló María Peña, de 69 años.
Sin embargo, la señora lleva la mascarilla suelta de las tiras de abajo y permanece en una fila de personas, donde la separación entre uno y otro no es más de 20 o 30 centímetros.
Al contrario, Julio Andrade de 72 años no cree en “ese cuento del coronavirus”. Carga un tapaboca muy pequeño para su rostro que no alcanza a cubrirle la nariz, pero “que importa, a la final todos nos vamos a enfermar”.
Diario La Verdad