La posibilidad de que en Venezuela se produzcan cambios políticos, aunque parezca insólito, depende más del azar que de la voluntad de quienes los desean o los necesitan. Del desempeño actual de los líderes de las organizaciones partidistas, se espera muy poco. Nadie apuesta en este momento al desalojo de la dictadura militar nazicomunista, a pesar de que este régimen tiene más del 80% de rechazo, según las encuestadoras de mayor credibilidad. Hoy carece Venezuela de un liderazgo que realmente interprete el sentir del pueblo. Vista la situación desde la perspectiva de la crisis en toda su magnitud, el panorama es aterrador y conduce a un estado de desesperanza crónica.
Tal como están ocurriendo los hechos que cada día hunden más el país, todos los caminos parecen cerrados. El único sendero que queda transitable es el de la sorpresa política. Ha sucedido en nuestro país y en otras partes del mundo; de estas experiencias, que son pocas, es de donde nace la expresión “nada está escrito en la política”. Es obvio que en medio del naufragio cualquier salvavidas es útil. Es indudable que este dibujo se origina sobre el lienzo del pesimismo, pero esa es la realidad y ésta siempre se apoya en sus garras de acero. Ese dramático cuadro coincide, para bien o para mal, con la posibilidad de que el seis de diciembre de este mismo año (2020) se realicen elecciones parlamentarias. Aunque es más fácil matar a un elefante a pellizcos que ganarle elecciones a una dictadura, es aquí donde cabe la especulación de la sorpresa política.
En la actualidad la oposición que se le hace al régimen, para colmo de la situación, está fraccionada en tres partes: el llamado G4, cuyos partidos principales fueran descabezados por el Tribunal Supremo de Justicia; otro segmento es el que conforman los disidentes del G4, a quienes se les conoce como “Los Alacranes”. El tercer trozo es el que está constituido por los pequeños partidos agrupados en una “mesa de diálogo” y, desde ese espacio de poder se entiende con el régimen. Se omiten los nombres de las organizaciones partidistas, porque a estas alturas es difícil precisar si de verdad existen.
Pues bien, si las elecciones se realizan y ganan aplastantemente cualquiera de las fórmulas real o aparentemente opositoras, es lógico que los triunfadores, animados por la cuota de poder de la cual carecían hasta el día anterior al acto de votación, intenten colocarse de tú a tú con la dictadura. De darse este supuesto poco probable, nada de extraño tendría que en el cielo de Venezuela aparezcan las primeras señales de un nuevo horizonte político, quizás distinto al de las últimas dos décadas, pero también diferente a los cuarenta años de democracia social y representativa. ¡En la política nada está escrito y las experiencias inverosímiles en este campo tienen también su propia historia!
Antonio Urdaneta Aguirre / urdaneta.antonio@gmail.com / @UrdanetaAguirre