Esta campaña, Trump – Biden, es necesario convertirla en una pelea de campeones que luchan cada cual para hacerlo bien a todo evento y que, al final, logren conciliar entre un país dividido y una república renuente a dejar de ser unido y única, como han sido sus conquistas y sus avances. Por otro lado, que le ha permitido liderizar la vida democrática mundial.
No obstante, no es fácil llegar a definiciones en un país que le toca, por historia y normas electorales, ir a una contienda precisamente política que involucra a una nación seria a la cual un virus y su pandemia le han llenado de dificultades económicas que no teníia y que en 4 meses ha puesto en juicio a sus instituciones y a sus más preciados anhelos. Por tanto, políticamente era obligado para el Presidente inventar el antídoto necesario para doblegar el mal, o lograr el alivio adecuado para su solución principista.
Sin embargo, el Presidente Trump no se empeñó ni en lo uno ni en lo otro. Al contrario, se puso repetitivo con una vacuna que no gano la esperanza del pueblo y, por otro lado, se observo en la Presidencia una discordia contra el uso de la mascarilla que el grupo de control médico había decidido en que era necesaria y útil. Allí acentuaron los dimes y diretes entre republicanos y demócratas.
Empero, al saludar la verdad con aprecio, el siniestro apareció durante la administración Trump, y ese solo hecho y sus distintas acciones, lo hace responsable de lo bueno y lo malo de la gestión de sus primeros 4 años. Por otra parte, los factores políticos ajenos, que se agregan a este principio y los cuales son mas de hecho que de derecho, se miden de ese modo y manera en materia pública, donde la responsabilidad es total en dirección al gobierno y su turno administrativo.
Es válido anotar que la dimensión de la pandemia consumió los bríos existentes y agotó las reservas monetarias domésticas en las primeras de cambio. Solo las reservas y arcas nacionales en bóvedas y bancos lograron controlar las ayudas que surgieron de un país con un pueblo comprometido con su hogar, alimentación, alquileres, hipotecas y deudas pero sin trabajo como todos, ni dentro, ni fuera de sus casas. Pues bien, las reservas de caja, acumulada en los cuatro años de la Administración Trump, estaba dando el frente a estas necesidades fortuitas.
Otros elementos surgieron. En efecto, se señalaba a Trump de abandonar el Servicio Social del país y que solo se ocupó de la masa monetaria que había servido para tener y poder y no para hacer. Así, nada se ha propuesto para aliviar los cargos migratorios abundantes y sin protocolos de atención, o dar dimensión de estadista a campos de decisiones políticas que se deben honrar. El Presidente Trump ha dado más valor a los planes de origen financiero que a la sonrisa, el cariño y el amor que los pueblos piden y le hace falta y que el político duro no ofrece, ni da, ni cambia. Eso es tan importante que tiene a Biden con su sonreído rostro, su efusividad y decencia buscando hoy la Presidencia del país más solvente del mundo, disputándosela al Sr. Trump.
Ese trato especial de algunos Presidentes los acerca al pueblo. Da garantía y seguridad al rico y logra compromisos con el pobre pero la zona especial lo constituye el servicio a la clase media, cuya fortaleza da altura a la Academia y vigor al pensamiento y la universidad, jóvenes y viejos políticos, que no extraen de esa fila a los mejores en su conducta y aplicación y que deben tapar los huecos visibles de incompetentes de la cosa pública.
Por último, un mensaje para los candidatos. Para Biden, “el que corre más no siempre llega primero”. Para el Presidente Trump, “nunca es tarde para corregir errores”. Aun les quedan 60 días para reflexionar ante el país y sus adláteres.
Luis Acosta