Oficios de por aquí y de por allá. Por Eugenio Montoro

A medida que las sociedades cambian sus costumbres, estimuladas por los adelantos tecnológicos y los nuevos esquemas sociales, van desapareciendo muchos de los oficios que parecían eternos.

El oficio de “sereno”, una especie de vigilante nocturno y que encendía las mechas de los faroles, ya no existe. El “piquero” o fabricador de picos y azadones, es otro que se olvidó. Del “pelador”, quien se encargaba de quitar la corteza a los troncos de los árboles para hacer tablas, ya ni se habla. El “botero”, que fabricaba botas para llevar el vino y los pellejos para el aceite, se volvió una rareza. La “plañidera”, a la que contrataban para llorar en los entierros, ya no se usa y el “alimañero”, terror de las ratas y otras plagas, cambió de técnica y de nombre.

 Así como desaparecen los oficios viejos, también aparecen los nuevos como el reparador de celulares, el desarrollador de software, el constructor de robots, el especialista en impresión 3D, el experto en cripto moneda, el “influencer” y el piloto de drones.

En Venezuela sucede que los nuevos oficios se nos alejan y los viejos oficios vuelven a aparecer, lo que significa que en términos de avance estamos caminando hacia atrás. En medio de una economía vuelta escombros, por mérito de estos ponzoñosos hampones rojos, tenemos ahora el antiguo oficio del “bachaquero” en pleno auge, el de “reparador” casero de todo lo que se rompe, el “cuidador” de puestos en las colas de gasolina, el recolector de leña para cocinar y hasta el sereno reapareció como el vigilante de la cuadra que pagan los vecinos.

También, junto al retroceso del país, los ciudadanos tratan de entender el enorme enredo político que mantienen entre un régimen ilegítimo, con ninguna moral, pero que manda con fuerza bruta, contra un gobierno legítimo, con intención moral, pero con muy poca fuerza interna.

El régimen, con todas las trampas imaginables, convoca a elecciones de diputados y, para asegurar su triunfo, descabeza a los partidos que pudieran estorbarle. Casi ningún país apoya este proceso y, por su parte, la oposición, representada por la Asamblea Nacional y otros partidos, cierra filas con un comunicado desconociendo al fraudulento llamado a elecciones y ratificando que nadie acudirá a votar.

Las cosas se enredan pues un importante líder opositor dice que si hay que votar y da a entender que tiene un “plan arrechísimo” para llegar a un entendimiento con el régimen, cosa que se apresura a demostrar, adjudicándose el mérito de liberar un centenar de presos. Otros partidos importantes no firman el comunicado por no estar de acuerdo con seguir dándole vueltas al asunto, debiéndose, según afirman, buscar, de una vez, una salida de fuerza con la ayuda y la presión internacional.

Un grueso número de partidos plantean hacer primero una consulta popular para tomar una decisión soberana por el pueblo, para que éste ordene formar un gobierno de transición y si el régimen no obedece, de inmediato, ese mandato popular, se autoriza a pedir ayuda militar externa para que los saquen a patadas. También la expectativa de las elecciones a presidente en USA está en el escenario, bajo la convicción que de ganar Trump se facilitaría el salir del régimen.

Así que, en medio de tantas cosas, vale la pregunta de cuáles son los oficios que deberíamos ejercer en estas circunstancias. Uno podría ser el de psiquiatra político para ver si podemos entender tantas opiniones diversas sin volvernos locos. Otro oficio podría ser el de faquir de manera de seguir aguantando toda clase de vainas sin sufrir tanto y otro es el de maratonista pues a falta de gasolina el caminar será la opción principal.

Pero, bromas aparte, quizás el único oficio que nos corresponde a todos ejercer es el de ciudadano. Ese que un día se mira al espejo y dice “este país es mío, este problema es mío y yo lo voy a resolver”. El oficio de ciudadano, que usualmente lo limitamos a ir a votar y a hablar de lo que alguien hizo mal y, de repente, se amplía en todas sus dimensiones. El oficio de ciudadano, muy asociado al de patriota, que marcha con el corazón en la mano para defender su libertad. El individuo que exige la honestidad en sus líderes y gobernantes, pero que también actúa de igual manera.

Con ese ciudadano no importan las amenazas de los militares, ni los terroristas, ni los malandros, ni los enredos políticos. El practica el poderoso oficio del ciudadano que lucha por la libertad y que nunca se rendirá.

 

Eugenio Montoro / montoroe@yahoo.es

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