Allá donde va, Donald Trump arrastra multitudes. También al hospital, que ha abandonado algo pasadas las 18.30, hora de Washington (12 y media de la noche de España), según anunció él mismo en un mensaje en la red social Twitter. El presidente hizo pública la noticia con el tono optimista que siempre ha empleado desde que el Covid-19 llegó a Estados Unidos. «No tengáis miedo al Covid-19, no dejéis que domine vuestra vida», dijo. Y remachó con un rotundo «¡Me siento mejor que hace veinte años!».
El médico personal del presidente estadounidense, Sean Conley, reconoció que el mandatario «no está fuera de peligro» y que se encuentra de hecho en un «terreno no explorado» por otros pacientes de Covid-19 debido al tipo de tratamiento que ha recibido, según recoge la agencia Efe.
Terminan así cuatro días en los que el presidente ha estado ingresado, mientras sus asesores mandaban una serie de mensajes contradictorios acerca de su estado de salud. El impacto del contagio del presidente con coronavirus en la campaña electoral es un misterio. Pero, dada la división de la ciudadanía estadounidense, no está claro que vaya a tener un efecto significativo.
Desde luego, el núcleo duro de los seguidores del presidente no se ha visto afectado en lo más mínimo por la enfermedad de Trump. Cualquiera que viva en el área de Washington ha podido constatarlo simplemente yendo al Hospital Militar de Walter Reed, donde ha estado ingresado. El domingo, alrededor de 300 seguidores del presidente estaban el domingo por la tarde en la autopista 355, que es en realidad una continuación de la Avenida de Wisconsin, en Bethesda, a las afueras de Washington, donde está el centro médico. Entre ellos, muchas mujeres y muchos inmigrantes.
Como para simbolizar la división de la sociedad estadounidense, al otro lado de la autopista estaban las cámaras de televisión. Unos y otros no se mezclaban. Fanáticos de Trump o fake news: escoja usted en qué bando quiere estar. Bienvenido a los Estados Unidos de 2020. Entremedias, algunos coches pasaban haciendo sonar sus bocinas, lo que supone apoyo a los manifestantes, que también ponían a todo volumen música country, el género que se identifica con los conservadores rurales de ese país. En particular, Proud to be an American (Orgulloso de ser estadounidense) – un tema de 1984 cuya popularidad resucitó con el 11-S, la invasión de Irak, y el asesinato de Osama bin Laden – era la favorita de la multitud. Pero también hay quien no estaba contento con la exhibición de simpatía.
Eran signos de rechazo que molestaban a Sheila, a la que, cuando se le preguntaba la edad, respondía con un irónico «nací el mismo año que Obama». O sea, en 1961. Mientras habla con EL MUNDO, una afroamericana circulaba despacio en un coche con las ventanillas bajadas mientras hacía sonar a todo trapo una canción de hip hop que repetía hasta la extenuación las palabras «Fuck Trump».
«Mucha gente que no está de acuerdo con nosotros no tiene clase, no tiene educación. Les bastaba con hacer un signo con el pulgar hacia abajo. Esa furia, esa amargura es un signo de los tiempos. Durante los ocho años de Obama nosotros nos comportamos con educación», explicaba Sheila. «Se portaron bien con él a pesar de que había nacido en Kenia», comentó el periodista. Pero esa ironía se le escapó a Sheila. «¡Exacto! El certificado de nacimiento de Obama era totalmente falso, y eso era clarísimo, porque estaba hecho por ordenador, no en una máquina de escribir, y nadie dijo nada a pesar de que los medios de comunicación ignoraron esos hechos». La teoría conspiratoria de que Obama nació en Kenia, como la de que es musulmán, fue una constante durante la presidencia de éste. Uno de sus mayores promotores fue Donald Trump.
Sheila tiene miedo por sus opiniones políticas en una región tan demócrata como Bethesda y Washington. «Si pones una pegatina de Trump en el coche, te lo destrozan a plena luz del día», declaraba el domingo. Aun así, había muy pocos contramanifestantes en el Walter Reed. Un par de jóvenes estaban un poco alejados del grupo, con un cartel que ponía «750 dólares», en referencia a lo que pagó en impuestos Trump en 2016 y 2017, y otro con las palabras «Evento ultracontaminante».
Efectivamente, aunque la inmensa mayoría de los partidarios de Trump llevan mascarillas, no las tenían puestas, y estaban gritando consignas, cantando o charlando ‘a cara descubierta’. Las mascarillas siguen sin ser obligatorias en la Casa Blanca, donde ayer la jefa de prensa del presidente Kayleigh McEnany, anunció que había dado positivo. El domingo por la noche, el fiscal general -cargo equivalente al de ministro de Justicia- Bill Barr, anunció que va a ponerse en una «cuarentena voluntaria», aunque, insistió, eso no es porque tenga coronavirus, sino porque, dice, muchas de las personas con las que se relacionó la semana pasada están infectadas.
En Campaña
El impacto de la enfermedad de Trump en la campaña, entretanto, sigue siendo incierto. Un sondeo del diario The Wall Street Journal daba ayer al candidato demócrata Joe Biden 13 puntos de ventaja sobre el presidente. Pero, tras el desastre de las encuestas en 2016, nadie se atreve a hacer un pronóstico. Para los votantes de Trump, la victoria está fuera de dudas.
«Si gana Biden es porque los demócratas han cometido fraude», explicaba Julie, de 34 años, nacida en Colombia y nacionalizada estadounidense, que llevaba una pancarta con la leyenda «Latinos por Trump». Cada campaña ha reaccionado a la enfermedad de Trump de manera diferente. El equipo de Biden ha dejado de emitir anuncios negativos, mientras que el de Trump ha reforzado la agresividad de sus mensajes.
Biden ha tratado, una vez más, de lanzar un mensaje de cohesión. Según la prensa estadounidense, la candidata demócrata a la vicepresidencia, Kamala Harris, ha cambiado su estrategia para el debate que celebra mañana miércoles con el vicepresidente, Mike Pence, y ha eliminado eliminar los ataques directos a Trump, cuyo estado de salud real sigue siendo una incógnita.
Pero el equipo de Trump no solo no ha alterado el rumbo de su plan para las elecciones, sino que ha reforzado la agresividad de su tono. «Obama el mentiroso», era el «Asunto» de un email enviado por el equipo de Trump el viernes a las 7 horas y 36 minutos de la tarde, justo media hora después de su ingreso en el Walter Reed.
Es imposible saber la realidad. Y, acaso, nadie quiera saberla. Como explica una amiga de Julie, mexicana nacionalizada, «no hay que escuchar las noticias, porque son todas mentira; lo que uno debe hacer es indagar por su cuenta en Internet, sobre todo en Twitter». Eso sí, no vale cualquier cuenta de Twitter: «Solo aquéllas que dicen la verdad».
El Mundo