Decenas de turistas pasaron del susto al enojo en Cancún por el huracán Delta. Sin una catástrofe a la vista, muchos creen que hubiera sido mejor permanecer en sus cómodos hoteles y no en refugios expuestos a contraer el nuevo coronavirus.
El ciclón golpeó la costa caribeña mexicana este miércoles al amanecer sin causar víctimas, aunque sí el derribo de árboles, postes y tendidos eléctricos, además de fuertes ráfagas de viento y lluvias.
«El hotel era sólido, pudimos habernos quedado ahí», dijo a la AFP Janet, estadounidense de 67 años que evitó dar su apellido.
Delta ingresó a la península de Yucatán (sureste) degradado a categoría dos, tras alcanzar la cuatro en una escala de cinco.
Unos 41.000 turistas fueron evacuados el martes a refugios desde sus hoteles en Cancún, Puerto Morelos e Isla Mujeres, según Roberto Cintrón, presidente de la asociación hotelera local. De ellos, 85% son mexicanos y el resto extranjeros, sobre todo estadounidenses.
La desesperación era evidente entre quienes querían retomar sus planes de descanso o regresar a su país, pero debían permanecer en una universidad adaptada como albergue a un lado de la autopista que lleva del aeropuerto al centro de Cancún.
Varios de ellos aseguraron que no se les permitía salir de ahí y, en todo caso, la terminal aérea sigue cerrada.
«Vivo en Florida, tenemos huracanes ahí todo el tiempo. Muchas veces no evacuamos porque tenemos construcciones sólidas», señaló Steve Munich, estadounidense de 60 años.
– Temor por coronavirus –
Munich, al igual que otros vacacionistas, estaba inquieto por hallarse encerrado con decenas de personas, lo que podría aumentar el riesgo de contagio de covid-19, que ha dejado en México más de 80.000 muertos.
«Les dije ‘estaré bien, me encierro en mi cuarto’, pero me dijeron ‘no, tienes que irte'», cuenta. «Atrapado con 4.000 personas, esto no es exactamente mucho mejor que estar en mi cuarto».
Según las autoridades, los 160 refugios habilitados fueron desinfectados previamente. El sector hotelero asegura funcionar al 35% de su capacidad por la epidemia.
Aunque los responsables del hotel declinaron comentar cuántos huéspedes estaban en el albergue, decenas de ellos caminaban por el patio del lugar, la mayoría sin tapabocas.
Algunos platicaban entre sí; otros simplemente tenían la mirada perdida o estaban concentrados en sus celulares, aunque el servicio de internet es intermitente.
«Nos trajeron a este edificio sin aire acondicionado o ventiladores. El ‘staff’ está tratando de ayudar a la gente pero es un desastre, no hay cubrebocas ni distancia», declaró Nick Fifis, de 42 años.
Otros turistas, sin embargo, se mostraron más comprensivos.
«Nuestra experiencia no ha sido excelente (…), pero sabíamos que veníamos en temporada de huracanes», reconoció Mandy Sears, de 47 años.
«Cuidaron de nosotros y dejaron a sus familias por eso, no estoy molesta», agregó.
– Tristeza –
A unos kilómetros de ahí, decenas de turistas, principalmente mexicanos, fueron resguardados en un centro de convenciones.
Algunos ya estaban desesperados por irse a sus hoteles, debido a lo cual los encargados del lugar les pedían paciencia, pues a poca distancia de ahí cuadrillas del ejército y la marina levantaban ramas y escombros para despejar la avenida principal de la zona hotelera.
«Estábamos asustados», afirmó un turista de 27 años que evitó dar su nombre y quien viaja con su esposa y dos hijos.
«Nos dio coraje y tristeza porque tuvimos la oportunidad de cancelar el viaje, pero nos iban a cobrar 5.000 pesos (unos 230 dólares)», señaló resignado, mientras hacía fila para salir del lugar.
El hombre resaltó que las autoridades les dieron comida y cobijas para que pudieran descansar mientras pasaba el huracán, que los dejó sin luz.
France24 con AFP