Cuando observamos una campaña sistemática contra instituciones, personajes y sectores de la vida, no logramos entender cuanto ocurre en la actualidad. Encontrar respuestas, se vuelve cuesta arriba, aunque no así; buscarlas. Eso de que vivimos un mundo complejo y desatinado, deriva una serie de interrogantes, que lucen como formas ya del pasado. Ahora, hay tanta información y desinformación que nos adaptamos a ambos lados, aun cuando la confusión nos destierre la esperanza.
Las elecciones de EE.UU. aun sin presidente y a más de una semana de haberse realizado el proceso comicial, sigue develando tales asuntos de sorpresa inauditas, sí esto significa que hablamos de una democracia secular y consolidada en el ejercicio del tiempo, no es descabellado señalar, que hemos tenido que adaptarnos a tanto ruido comunicativo, incluyendo los sicológicos.
Las preferencias a por uno u otro candidato, han dado un matiz distinto a este proceso. Cumplido en un año de pandemia que arroja más de un millón de víctimas, fundamentalmente basado en Europa donde las condiciones sanitarias son muy distintas a los países en desarrollo y del BRIC,los resultados cuestionados comienzan, un conteo lento que pretenden la transparencia.
Un año de pandemia que no sabemos si avivó las apetencias por el poder, visualizado solo para citar un ejemplo, en las luchas de los laboratorios y sus respectivos países por vender como buenas, los ensayos sobre vacunas para la cura del COVID19. el virus que trastoca la vida del mundo con serias consecuencias post pandemia.
En EE.UU con un alto número de infectados y de muertes subsiguientes, las votaciones no dejaron de alinear a quienes continúan la campaña descalificadora. Se dio ganador a Biden. Un discurso anodino, el suyo carente de esa necesidad de persuasión que debe remontar el líder ante su audiencia a fin de potenciar el crecimiento alcanzado y consolidar el existente.
En medio de escándalos de corrupción familiar donde se ha involucrado a su hijo con desviaciones morales y afectadas por gruesas sumas de dinero, producto de negocios turbios ,el aspirante demócrata no se ha pronunciado sobre este escándalo ni familiar ni político. Tampoco, lo ha hecho otro de su partido, los mismos que saltaron la cerca de lo circense para apoyar al demócrata. Guardan el silencio de la duda en crecimiento.
Del otro lado, el presidente Trump, ha enfrentado lo que nunca vimos contra un presidente de aquel país. Una campaña que no se agota para descalificarlo de la peor forma. Raya en lo obsceno, las mismas, y lamentablemente con sumatorias de todo aquel que se llame opositor.
Cuando el republicano, Richard Nixon sucumbió a la presidencia de EE.UU salpicado por el escándalo del Watergaite,las condiciones en aquella década de los 70 no inundó a la opinión pública de tanta iracundia, aunque si había una consensuada opinión de presionar su renuncia, como de hecho ocurrió.
Jamás, imaginamos algo parecido en el país, que en 1787 sancionó su primera Constitución. Un acto solemne con la presencia de Georges Washington quien en 1789 jurado como el primer presidente, dijo entre otras cosas; “sostener, proteger y defender la Constitución de los Estados Unidos de la mejor manera que le fuese posible
Después de iniciadas las investigaciones sobre un grueso fraude, que resultó de una operación encubierta, surge otra campaña no menos tolerante y hablan de la pretensión presidencial de alimentar un golpe de estado, para permanecer en el gobierno. Olvidan estos opinadores, el requisito esencial del apoyo del ejército, para consumarlo.
La campaña continúan, aun cuando el Fiscal Nacional, demande las investigaciones y se apruebe un conteo irregular en varios estados. Las acusaciones continúan y las investigaciones en paralelo, también.
La campaña; una saturación de insultos, fue un escenario planificado con suficiente tiempo y sembró dudas. Nos quedaba, adaptarnos a cada lectura cada día y momento. Desmontar las informaciones, opiniones y análisis del mundo global donde implican grandes nombres del mundo empresarial, no dejó por fuera, la figura del papa Francisco, salpicado en esta intención de dominio global. De sus actos más recientes para tal justificación, se esgrime unas declaraciones sobre los homosexuales.
El Vaticano, ha señalado, la descontextualización de las mismas, pero no han servido para corregir. Entonces, la duda marca y define la sombría deducción que se trata de una campaña bien montada donde los espacios para corregir, no existen.
La democracia parece tener enemigos no necesariamente, comunistas, sino implicados en otras instancias de poder.
Eneida Valerio Rodríguez / @eneidavalerio