El Gobierno brasileño comenzó a pagar este martes la última mensualidad de un subsidio concedido a los más pobres y desempleados por la pandemia, que no será renovado a pesar de que la crisis de covid-19 en el país está lejos de ser superada.
El llamado «auxilio de emergencia» fue aprobado el pasado abril, en medio de las cuarentenas y diversas restricciones que gobiernos regionales y municipales adoptaron para contener al coronavirus a pesar del rechazo del presidente, Jair Bolsonaro, que intentó sin éxito vetar esas medidas preventivas.
El subsidio fue aprobado por el Parlamento en marzo pasado por valor de 600 reales (unos 120 dólares) y concedido a cerca de 70 millones de personas, incluidos trabajadores informales y a aquellos que ya no tenían o perdieron sus empleos por la pandemia.
Ese último valor fue reducido a la mitad en octubre y pagado por última vez a partir de este martes, ya que los presupuestos de 2021 no contemplan la continuidad del subsidio.
A partir de enero, el Gobierno pondrá fin al plan de emergencia y continuará con el Bolsa Familia, programa de asistencia a los más pobres creado en 2003 durante la gestión del progresista Luiz Inácio Lula da Silva y que atiende actualmente a cerca de 40 millones de personas, que reciben unos 200 reales por mes (40 dólares).
Los subsidios acaban en plena segunda ola dela pandemia
El fin del subsidio de emergencia ha sido decidido a pesar de que la pandemia está lejos de ceder en el país, que acumula casi 192.000 muertos y 7,5 millones de contagios, con la curva en pleno ascenso y en medio de lo que los especialistas consideran una segunda ola.
El propio Ministerio de Economía ha admitido que el subsidio ha permitido mantener los niveles de consumo e impedido una caída mayor del Producto Interno Bruto (PIB) en este año de pandemia, cuando se llegó a prever un derrumbe de casi 10 puntos porcentuales.
Sin embargo, y en parte gracias a los subsidios, las previsiones ahora indican que el PIB brasileño perderá este año en torno al 4,5 %, para rebotar en 2021 y alcanzar un crecimiento cercano al 3 %.
Según el Gobierno, el subsidio no puede ser prorrogado ya que la recesión provocada por la crisis sanitaria derrumbó la recaudación tributaria y agudizó los problemas fiscales crónicos del país, con un duro impacto en los presupuestos del año próximo.
No obstante, la pandemia también ha elevado la tasa de desempleo al 14,3 %, de acuerdo a un dato oficial divulgado este mismo martes, según el cual existen en Brasil 14 millones de personas sin trabajo.
La imagen de Bolsonaro en juego con el fin del subsidio
Además de mantener ciertos niveles de consumo, los subsidios a los más pobres también ayudaron a mejorar la imagen de Bolsonaro entre los más pobres y llevaron al líder de la ultraderecha a contar con la aprobación de cerca del 40 % de los brasileños.
No obstante, las últimas encuestas de opinión, realizadas una vez que el subsidio fue reducido a la mitad, llevaron ese respaldo a la gestión de Bolsonaro al 35 %.
En sectores del oficialismo se teme que el fin definitivo de esas ayudas pueda derrumbar aún más la imagen del gobernante, que lidera una negacionista ultraderecha que minimiza el impacto del virus y también pone en duda la eficacia de las vacunas.
Aún así, el ministro de Economía, Paulo Guedes, ha advertido de que la recuperación que se espera para 2021 dependerá de un vasto plan de vacunación en masa.
«La recuperación económica, basada en consumo e inversiones, solo será posible en la medida en que haya un retorno seguro al trabajo, y ese retorno seguro al trabajo exige la vacunación en masa de la población brasileña», sentenció Guedes, pese a que el Gobierno solo prevé comenzar con la inmunización masiva en febrero o marzo.
EFE