Este lunes 28 de diciembre se conoció que víctimas del Covid, en el Hospital Central de San Cristóbal, están sin medicamentos para lograr vencer el virus.
Según el reporte de La Prensa Táchira, a los familiares con pacientes hospitalizados en las salas de aislamiento del Hospital Central les piden los monos quirúrgicos, los antibióticos, los exámenes y hasta la colaboración para alimentar al personal de salud que en muchas oportunidades redoblan sus jornadas para la atención.
«Se volvió a quedar sin insumos y sin medicamentos el Hospital», exclaman.
Estar mediodía sentado como espectador en una sala de espera de pacientes con covid-19 en el Hospital de San Cristóbal, es entender que tan vulnerables y frágiles somos. La vida se esfuma en un abrir y cerrar de ojos y para los familiares de pacientes hospitalizados con coronavirus pareciera que los segundos se hacen una eternidad.
Nadie accede a hablar ni mucho menos denunciar. El anonimato es el mejor aliado cuando de proteger a su ser querido se trata. Para muchos estar en ese lugar, frio y con muchas energías tanto positivas como negativas, es un caos.
Cada cierto momento salen de la sala, trajeados con rostros cansados y agotados, los verdaderos héroes de la salud. Son los enfermeros de traje, ya no blanco sino azul, quienes con lista en mano les dejan a los familiares un sinfín de necesidades que su ser querido estará necesitando para sostener la vida.
No acceden a hablar por ética, pero no pueden callar. Afirman que la situación como siempre ha estado ruda. «No hay medicamentos y tienen los familiares que costearse todo».
«Ahí comienza nuestro calvario. Hay muchas personas que no tienen ni siquiera para comer y en esta sala de aislamiento tenemos que garantizarle al personal de salud desde el mono quirúrgico hasta el Remdesivir que está demasiado costoso».
No hay absolutamente nada, exponen los familiares que ante las cámaras no quieren decir mucho pero fuera de la grabaciones quieren comerse el mundo para explicarle que la pandemia está matando. «Entre dos y tres personas mueren en esta sala de aislamiento».
Muchos de los que se les ve cansados, agotados por el trajinar, se sientan a esperar que el resto de familiares que están en el exterior o la campaña que emprenden por las redes sociales, de su fruto para poder comprar y pagar parte del tratamiento.
«Estoy vendiendo lo que tengo y no tengo para salvar a mi madre y a mi sobrina, necesitamos que nos ayuden», dice un joven que entre las lágrimas afirma no tener recursos para poder salvarle la vida a dos de sus seres querido que se encuentran con covid-19 en el Central.
De un lado llora desconsolada una madre que en medio de la atribulación, los otros familiares que ya tienen un poquito de experiencia en esa área, le explican que debe llevarle a su hijita de tan solo 12 años que la pandemia está tratando de arrebatarle la vida.
En otro rincón están dos personas, calladas y sin ánimo de decir mucho. Ya la sala de por sí sola habla y en abundancia.
Todos los familiares han hecho una fraternidad. Unos se ayudan con la comida. Otros ya conocen el recorrido que tienen que hacer para buscar los medicamentos. No dicen mucho pero el rostro los delata.
La Prensa de Táchira