No fueron pocos los que interpretaron aquel anuncio de principio como un apriete de Lan Argentina al Gobierno. El 17 de junio pasado, la compañía anunció que dejaría de operar en el mercado interno y que desarmaría la filial local del grupo. Anoche, formalmente, la empresa comunicó que dio de baja al programa de retiro voluntario para los empleados y cerró sus puertas.
«Se cerró un acuerdo con poco más de 1500 empleados de los 1715 que tenía la empresa en el país. No aceptaron la oferta de la compañía 193 trabajadores. Lo que sigue ya depende del camino judicial que tome la residual de lo que fue Lan Argentina, dijo una fuente de la compañía.
Pese a la errónea lectura de muchos funcionarios del Gobierno que allá por junio interpretaron que la decisión de salida era una presión para lograr mejores condiciones de mercado, en la empresa la decisión nunca estuvo en duda. Fue anoche cuando la aerolínea les comunicó a los sindicatos y a cada uno de los 193 que no firmaron un acuerdo que la relación laboral estaba extinguida por el cierre definitivo de la operación local. «Lan Argentina S.A. es consciente del impacto de este doloroso pero inevitable proceso y reconoce el esfuerzo y compromiso de todos sus colaboradores a lo largo de estos años», termina el comunicado de la línea aérea al que tuvo acceso LA NACION.
Seguramente no había nadie en las oficinas del Senado, donde reside el poder real que maneja el mercado aerocomercial argentino. Pero de haber sido en otro horario, es posible que se viera algún que otro corcho desparramado cerca del despacho del senador porteño Mariano Recalde, en mandamás en en el sector. Quizá hubiese habido algunos sindicatos invitados al descorche.
No es para menos el festejo. Finalmente, el plan que siempre tuvieron en la cabeza desde que Aerolíneas Argentinas quedó en manos de La Cámpora prácticamente se hizo realidad: la Administración Nacional de Aviación Civil (ANAC) reportó que la línea aérea de bandera tuvo en enero un 80% del mercado. Sólo para ilustrar, en enero del año pasado tenía 59% de la torta compartida con Lan (16%), Flybondi (9%), Norwegian (7%) y Andes (1%).
Un año después, de aquellos jugadores sólo quedan dos, además de Aerolíneas. Jetsmart, con 11% del mercado, y Flybondi, 7%. Claro que el mercado interno se derrumbó: cayó 78% por ciento en un año.
«El impacto que ha tenido la pandemia del Covid-19 en la filial argentina y la dificultad de generar los múltiples acuerdos necesarios para enfrentar la situación actual configuraron un escenario en extremo complejo, donde no fue posible visualizar un proyecto viable y sustentable en el tiempo, generando que Lan Argentina dejara de volar desde y hacia 12 destinos domésticos después de 15 años de operación ininterrumpida. Sin embargo, los cuatro destinos internacionales que cubría la empresa a Estados Unidos, Brasil, Chile y Perú continúan siendo operados por las otras filiales del grupo», comunicó la compañía.
Desde junio, la empresa negoció uno por uno con cada empleado. El pack de beneficios para entrar en el programa de retiro voluntario incluyó una indemnización de acuerdo a los valores vigentes por la normativa Covid, además de mantener en algunos casos la obra social por un tiempo y ofrecer tickets para vuelos que opera el grupo.
«Ya se devolvieron los hangares que la empresa tenía en el Aeroparque Jorge Newbery y todos los espacios comerciales en los aeropuertos de todo el país. También se achicó el espacio de las oficinas. Y se acordó la finalización de las relaciones con diversos proveedores. Latam Perú, Brasil y Chile, que operan los destinos internacionales, dejaron un apoyo de unos 300 empleados para tareas de check-in, comercial y algo de administración. Eso es todo», dijo una fuente de la empresa.
«Cumpliendo con los compromisos asumidos con sus clientes, la compañía continúa gestionando la devolución de los tickets domésticos, mientras que los vuelos internacionales serán realizados por las otras filiales del grupo», termina el comunicado de la empresa.
La pelea por los aviones
Quien pase por las avenidas que rodean el aeropuerto porteño podrán ver seis aviones de la empresa, tapaos de polvo y con las turbinas cubiertas con un elemento rojo. Pues por ahora son aviones imposibilitados de despegar por las obras que se realizan en la pista de la estación porteña. Pero pocos se ilusionan con que esas aeronaves finalmente despeguen cuando estén las condiciones. Seguramente, como tantas veces ocurrió, se convertirán en rehenes de las negociaciones con los empleados que no ingresaron al retiro voluntario.
Varias veces sucedió que los aviones de empresas fallidas quedan tirados en los lugares auxiliares de las pistas argentinas. Hasta hace poco tiempo, los de Southern Winds estaban en Córdoba y en Ezeiza, llenos de óxido y con camino a ser vendidos al peso a algún corralón que los compre por migajas. «Los aviones no son de Lan Argentina y tienen que ser devueltos a la empresa propietaria», dicen en la compañía. Pero ese no parece ser un camino asfaltado y plano para el grupo aéreo. Más bien, parece todo lo contrario.
Por ahora, no pueden volar. Es posible que algún amparo los deje en tierra. Y allí perderán de a poco su valor como aeronave para pasar a cotizar en el mercado de la chatarra. Sólo una decisión política y gremial podría determinar el último vuelo de los aviones blancos, azules y rojos.
Entonces sí, cuando los colores trasandinos regresen, el sueño monopólico estará más cerca. Y los cielos argentinos serán más celeste y blancos que nunca.
La Nación