La tormenta de febrero es implacable y sacude con violencia el barco de los rescatistas mientras tratan de revivir un motor averiado y salvar a los migrantes africanos que están a la deriva en el Mar Mediterráneo tras huir de Libia en embarcaciones no aptas para navegar.
No solo deben enfrentarse a los vientos de hasta 70 kms/h (43 mph) y a las olas de 4 metros (13 pies), sino que además tienen que ganar la carrera a la guardia costera de Libia, que ha sido entrenada y equipada por Europa para mantener a los migrantes lejos de sus costas.
En los últimos días, los libios han impedido ocho intentos de rescate por parte del Open Arms, el barco de la ONG española del mismo nombre, acosando y amenazando a su tripulación en las aguas internacionales del Mediterráneo central donde, en lo que va de año, han muerto 160 personas.
La última tragedia ocurrió el 20 de febrero, cuando una balsa neumática con 120 personas a bordo comenzó a tomar agua y esperó durante horas hasta que un barco comercial que estaba en la zona acudió en su ayuda. Cuarenta y una personas se ahogaron, incluyendo tres menores y cuatro mujeres, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), una agencia de Naciones Unidas.
Pero aquellos que son rescatados en el mar no están necesariamente a salvo. De acuerdo con la OIM, entre el 1 de enero y el 22 de febrero cerca de 3.600 personas, entre ellas docenas de mujeres y niños, fueron interceptadas y obligadas a regresar a Libia.
Allí pasan a sórdidos centros de detención donde son objeto de abusos, torturas, extorsión y violaciones.
En lo que va de año, unas 2.530 personas han conseguido llegar a Europa desde Libia.
Una de ellas es Moise, un bebé de tres meses cuyos regordetes carrillos apenas sobresalían debajo del enorme chaleco salvavidas en el que lo metieron los rescatistas mientras lo trasladaban, junto a su madre camerunesa, a bordo del barco de rescate Open Arms para ponerlos a salvo.
Un día más tarde, los rescatistas sacaron a Timi, de 5 años, de una balsa neumática bajo la mirada intimidante de la guardia costera libia a unos pocos metros (yardas) de distancia. Junto a su madre, se había embarcado en la peligrosa ruta hacia Europa a través del desierto de Libia seis meses antes para huir de la mutilación genital femenina en su Costa de Marfil natal, donde afecta a prácticamente el 55% de las niñas, según UNICEF.
A pesar de las náuseas y los vómitos provocados por la mala mar, las posibilidades de un futuro más seguro en Europa, además de las cálidas mantas, ayudaron a Timi a quedarse dormida sobre la atestada cubierta del barco .
Harán falta otros tres días de navegación entre tormentas para que las 146 personas rescatadas en la 80ma misión de la ONG en el Mediterráneo central lleguen a un puerto seguro en Sicilia, Italia.
Pero antes de que puedan comenzar siquiera el complicado proceso de iniciar una nueva vida en suelo europeo, deberán abordar otro barco para pasar una cuarentena de 14 días, una medida preventiva impuesta por el gobierno italiano para frenar la propagación del coronavirus durante la pandemia. Hasta entonces, solo pueden seguir soñando con una vida mejor.
AP