Uno de los focos principales de las autoridades monetarias del país y del Gobierno ha sido controlar la inflación limitando el crecimiento del tipo de cambio.
Este fenómeno es conocido en economía como efecto transferencia, y mide precisamente el impacto de la variación del marcador cambiario sobre los precios finales en una economía.
Para países de la región con bajos niveles de inflación, el efecto transferencia se encuentra en bandas de entre 5% a 20%; es decir, ante un shock o subida de la tasa de cambio, la inflación absorbe entre 5% y 20% de dicha devaluación.
Este factor depende, en buena medida, del tipo de producto, sea transable o no transable (si se puede exportar o no), así como si son bienes importados o nacionales.
Existen varios canales, directos e indirectos, sobre los cuales se transmite la tasa de cambio a la inflación. En los canales directos, la transmisión se produce a través del cambio en los precios de los bienes finales e intermedios.
Una devaluación no solo aumenta el precio de los productos finales que importa un país, sino también incrementa los costos de los procesos de producción que usan insumos adquiridos en el exterior.
En los dos casos, una devaluación genera un aumento de los precios, aunque su impacto es menor en el caso de los bienes que usan insumos importados, que es parte de lo que ha ido pasando en Venezuela, lo que produce que los incentivos a generar producción local sean cada vez menores.
El efecto final sobre la inflación de la economía depende, entonces, de la participación que tienen los bienes importados en el consumo de los hogares, y de la preponderancia de los insumos importados en los costos de producción de la industria.
En los canales indirectos, la devaluación, al encarecer los bienes importados, aumenta la demanda local de los bienes que son sus sustitutos. Con una oferta que tiende a ser inelástica en el corto plazo, el aumento en la demanda de los bienes sustitutos presiona al alza el precio de estos productos.
Simultáneamente, un tipo de cambio alto implica un precio más competitivo para las exportaciones, generando una mayor demanda externa para los productos locales (transables). De esta forma, una devaluación estimula presiones inflacionarias a través de la mayor demanda que genera la sustitución de productos importados y por la competitividad que ganan los productos transables.
En Venezuela, estimaciones del efecto transferencia se han ubicado entre 50% y 60% dependiendo del tipo de producto. Sin embargo, con la llegada de la hiperinflación, lo que normalmente sucede en estos procesos es que la variación del tipo de cambio se empieza a quedar rezagada en relación con la velocidad con la que suben los precios.
Las expectativas
La razón de lo anterior es que en la determinación de los precios, el tipo de cambio es solo un factor, pero las expectativas terminan condicionando buena parte de la dinámica de precios en este tipo de enfermedades económicas, junto con los ajustes salariales cada vez más frecuentes, pagos de alquileres, condominios, impactos parafiscales, falta de profundidad del mercado financiero, entre otros factores que afectan los costos unitarios.
Al no existir ancla, las expectativas condicionan la agresividad del proceso hiperinflacionario, ya que no hay certidumbre del costo de reposición ni de la velocidad de rotación del inventario ante la caída de la demanda, ya que es cada vez más difícil medir la sensibilidad de respuesta del consumo ante una variación de precios.
Con base en nuestras estimaciones, mediante un modelo econométrico, el peso de las expectativas en Venezuela tiene un efecto de 36% en la variación final de precios, con un valor significativo de hasta un mes después.
Banca y Negocios