Casi siempre lo que no nos gusta logramos quitarlo de encima de nuestro cuerpo y apartarlo de nuestro camino. Pero luce que la pandemia del Covid-19 estará presente en nuestras vidas por varios años más, tantos, que los propios sabios de sanidad y pestes no se atreven a pronosticar el volumen de su materia y el tiempo del estar de la pandemia. Más, no es eso solo lo que queremos plantear. El asunto está en que no podemos dejar de lado el problema sin pecar de ser incautos y descuidados y sin correr largos períodos de peligro donde el peor riesgo es perder nuestra existencia dentro de las secuelas que nos está dejando el Covid-19 con derrame de “sangre, sudor y lágrimas”.
En efecto, después de la pandemia y las secuelas producto de la rotura de las costumbres y de los sistemas sanitarios, éstos llegaron o están en varias rutas y espacios. En este sentido, no queremos ser alarmantes ni escandalosos, y menos, anunciantes de mal agüero, sino prudentes. De suerte que, no se trata tampoco de especular ni alterar la tranquilidad de los pacientes. Ni tentar con el contagio. Pero todo ello lo veremos llegar si no corremos antes con prudencia, recato y buena conducta para tomar el control de tal desastre.
De verdad, hemos pasado por tormentas difíciles, de acciones lentas y continuadas que queremos repetir. Mas otras están llegando ahora mismo y la prensa se ha hecho eco de la actitud imprudente de la propia sociedad. De tal forma, que hemos cambiado la manera de fiesta a circo y feria aumentando las proporciones. Así, los carnavales siguen de mil colores mientras las bebidas, finas y abundantes, originales, convertibles y combinadas. El hielo no es problema, se consigue en la calle sin costo y sin esfuerzo. Por otro lado, no disfrutamos de estos temas pero alguien tiene que escribir para decir que eso no está bien porque la fiesta no solo es disfrute sino también licor, aguardiente y desorden público, algunas veces hiriente desde el punto de vista moral. Es también contento espiritual y corporal. Pero también contagio y disguste de salud y choques familiares.
Así mismo, los accidentes viales están en paralelo por doquier y en todas las vías y autopistas. Mueren en ellos ancianos, adultos hombres, mujeres, niños recién nacidos y familias enteras. Los conductores regularmente no aparecen en la escena después del choque. Unos no pueden salir del auto totalmente desbaratados por la colisión. Otros vuelan asombrados y llenos de pánico porque presumen que no están libres de juicios viales, ni penales y, por supuesto, sujetos a multas. Diera la impresión de que no le dejan realizar sus fiestas en sus casas pero las hacen más cuantiosas en el local de la esquina.
Es lastimoso el tener que volver a insistir sobre las autopistas que deben obedecer a otro sistema que se mas seguro, generoso y humano. Que el conductor, en vez de correr para llegar a su trabajo o a tiempo a su diligencia, que se levante más temprano. En vez de la velocidad y los muchos canales, se tenga una vigilancia llena de controles. Por ejemplo, los visitantes y turistas menores de 21 años no deben tener licencia para manejar en autopistas de 6 canales y velocidades permitidas de 65 millas/hora que son llevadas por la mayoría de los choferes hasta 80 millas/hora que, por falta de vigilancia efectiva, se usa de manera suicida en irresponsable. Los domingos, cuando merman los usos en las autopistas de Houston se ven con repetición a jóvenes y viejos jugando a pique entre ellos en Los diferentes canales. Luego, paga la familia que es ajena a lo que está pasando y no aprueba, pero el hijo menor y el padre ebrio maneja su coche sin saber por dónde anda ni que suerte va a tener.
El Gobernador de Texas ha pedido estudiar una nueva regulación de velocidad en las autopistas de Texas. Es complaciente saber que se le quiere poner “el dedo en la llaga”.
Luis Acosta