Cada vez que intenta cantar como un gallo la garganta lo descubre, porque jamás ha podido sustituir sus sonidos guturales originales. Por supuesto esa es y será siempre su reacción natural. Se trata del jefe aparente del usurpado poder en Venezuela. En sintonía con esta apreciación, al ya insinuado personaje, quien en todas sus abusivas apariciones en las pantallas de televisión hace alarde de sus “alianzas estratégicas” con Vladimir Putin y la cúpula dictatorial china, parece que sus “protectores” lo han dejado solo en cuanto se refiere a las vacunas contra el virus chino.
Es evidente que el potencial dictador ruso, que es el único que se ha manifestado, le está suministrando vacunas a Venezuela por cuenta gotas. ¿De qué parte de nuestro país pretende quedarse ahora el peligroso gobernante moscovita? En lo que concierne a la tiranía asiática, cuyas vacunas ya se están aplicando masivamente en buena porción del mundo, se supone que están esperando que la dictadura venezolana, su “aliada” de estos lados del Sur, pague previamente y de contado, el fármaco inmunizante. El socio ruso cumple con su aliado casi simbólicamente, mientras que el chino, en principio, sólo ha dado la espalda.
Analizando el asunto desde ese punto de vista, son diversas las conjeturas que pueden hacerse con respecto a la conducta de los “aliados estratégicos” que apoyan, por supuesto condicionalmente, al tirano y usurpador que, en mala hora, representa a Venezuela. En cuanto a los posibles propósitos inconfesables que esconden esos “aliados estratégicos”, viene como anillo al dedo una popular expresión que tiene poco desperdicio: “Con amigos así son innecesarios los enemigos”. Se las dejo para que la mejoren o logren otra más apropiada.
Si se profundiza en esta situación que es más grave de lo que parece, y se parte del enfoque que antecede, hay una conclusión que salta a la vista que ya está rodando en algunos círculos de la sociedad venezolana. Es obvio que si los rusos y los chinos aspiran a quitarle otra tajada a Venezuela, éstos han puesto en marcha un juego diplomático al que le cuadra la denominación de “abandono estratégico”.
A nadie le queda duda que aquel que se precia de cantar como gallo frente a su par de “socios estratégicos”, lo único que podría hacer es cacarear y esconder los respectivos sonidos entre las plumas. Esta breve conclusión metafórica sintetiza la forma de hacer invisibles, por ahora, las verdaderas cualidades avícolas del protagonista referencial de este artículo.
Antonio Urdaneta Aguirre
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