Covid-19, política y plomo. Por Eugenio Montoro

Ofrezco disculpas a mis apreciados lectores por iniciar estas líneas escribiendo sobre el covid, un tema que seguramente ya los tiene, al decir castizo, hasta la coronilla. Pero es necesario, pues se trata de comentar tres casos de asuntos enredados que tenemos sobre la mesa.

Desde su inicio, hace ya más de un año, el virus ha sido, además de su peligro, todo un desorden informativo. Los primeros culpables parecieron ser los murciélagos y un cachicamo raro, pero luego aparecieron las sospechas de que el bicho se habría escapado de un oscuro laboratorio chino que, además, es financiado por Bill Gates y otros ricachones con el propósito de matar a los viejos y así reducir la población mundial. Siguió con la aplicación de esteroides para luego cambiar y decir que gracias las autopsias italianas se había descubierto que las muertes eran causadas por trombos y lo que había que tomar era la aspirina pareja.

Los médicos más sesudos vinieron a ser frecuentemente consultados y como no tenían tiempo para ponerse de acuerdo cada uno opinaba como mejor le parecía. Así, nos llenamos de opiniones divergentes, consejos contradictorios, gráficos y reportes diarios y miles de detalles. Tratamos de entender como las nuevas vacunas no son vacunas sino otra vaina con opiniones que pueden ir desde la solicitud del premio Nobel para la señora que las inventó, hasta la alarma para no ponérsela pues les cambiará el ADN y no tendrán erecciones.

Los extremos abundaron. Con gárgaras de sal con vinagre era suficiente. Dos pepas de Ivermectina no solo te limpiaban de parásitos, sino que además volvían loco el virus. Los vapores de agua caliente y las toallas de los tiempos de la abuela volvieron a ponerse de moda y también la vitamina D que nos regala el sol. Los cuidados para evitar el contagio pasaron a ser el foco de atención y nos llenamos de mascarillas, guantes, líquidos jabonosos, clases por internet para los chamos y el teletrabajo alcanzó, en poco tiempo, su madurez.

Así las cosas, y como si fuera poco esta gigantesca balumba y tragedia causada por el covid, más la interminable lista de problemas de todo tipo que tenemos en este país donde los mandones odian a los gringos, pero gustan de su riqueza y su moneda, la ANA (Asamblea Nacional Alacrán) no se le ocurrió otra pendejadita que redactar una ley para cambiar todo el sistema político social de gobierno que se utiliza en Venezuela. Se trata de una ley para implantar las “ciudades comunales” donde los ciudadanos tienen su propio gobierno, su asamblea, sus órganos de vigilancia, de justicia y cuanta cosa requiera esta especie de mini gobierno. Algunos entendidos dicen que la idea es ir reemplazando las Alcaldías, cosa que ni siquiera contempla la actual Constitución, de manera que no es difícil imaginar el macro zaperoco que causaría una transición de ese calibre, gerenciada, además, por estos buitres delirantes buenos para nada, según ya lo han demostrado.

Afortunadamente se van a requerir muchos referéndums ciudadanos para aprobar primero la creación de las comunas y luego otros referéndums para aprobar las ciudades comunales. Es difícil entender como una idiotez de esta magnitud que  junta lo inoportuno con lo utópico, se plantee simplemente por imitar el fracasado esquema cubano.

El tercer tranco para terminar de enredarnos la vida es la plomazón que, de un día para otro, se formó en Apure. Nada nuevo que en esa zona campeaban, hacen muchos años, grupos irregulares y narcotraficantes. La pregunta es qué pasó para que, de repente, se iniciase una batalla en la que de este lado está la FANB y del otro lado, dicen, grupos irregulares.  A falta de una información oficial creíble los chismes abundan. Algunos dicen que se trata del grupo de la FARC que no se acogió al tratado de paz, aunque no parece muy pequeño pues no se la han puesto fácil al ejército venezolano. Los observadores lejanos, como nosotros, podemos entender que los habitantes de la zona se marchen a otro sitio para protegerse de los tiros, pero lo que no se entiende es por qué, en lugar de refugiarse en algún otro pueblo en Venezuela, se marchan hacia Colombia. ¿Acaso escapan por miedo al ejército venezolano? ¿o serán todos colombianos?

Lo cierto es que esta es una situación confusa y, por bélica, muy delicada principalmente por no conocer la capacidad de fuego de los irregulares, amén de que ellos están en sus sitios habituales. Quizás fue fácil entrar en el combate, lo difícil parece ahora salir. Veremos.

La capacidad de enredarlo todo y hacer las cosas mal es casi infinita para los camaradas de la revolución “bonita”, como un día tuvieron la osadía de llamarla. Lo malo es que también nos enredan a todos por lo que no sería de extrañar que un escenario de ingobernabilidad estuviese muy próximo.

Las cosas se están moviendo y eso anima. Vendrán luego otros tiempos difíciles, pero con la ventaja y la alegría de que estos serán para, con paciencia, desenredar y construir.

 

Eugenio Montoro

montoroe@yahoo.es

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