La hecatombe financiera que se atisbó hace justo un año, en los albores de la crisis del coronavirus, no ha sido tal. Pero los riesgos económicos que enfrentan los países de ingreso medio y bajo, muchos de ellos en América Latina y el Caribe, siguen siendo máximos.
El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ha alertado este jueves de que una de cada tres naciones de la región está en situación de “vulnerabilidad financiera”, según un indicador construido con base a los niveles de deuda y a criterios de liquidez y solvencia. El resto de nombres incluidos bajo ese epígrafe son, en su mayoría, africanos.
De los 40 países que conforman América Latina y el Caribe, 14 son vulnerables según el análisis pormenorizado de los técnicos de la mayor agencia de desarrollo del mundo. Y cinco de ellos están englobados en la categoría de mayor riesgo, aquella en la que las finanzas públicas en situación de “vulnerabilidad severa”: Venezuela, Argentina, Ecuador, Belice y Granada. El primero de ellos está inmerso en una crisis económica, social y política de larga data y consecuencias devastadoras para su población; y Argentina, Ecuador y Belice se convirtieron en 2020 en tres de los únicos cinco países del mundo en incurrir en un impago de su deuda. El resto —Bolivia, Costa Rica, El Salvador, Honduras, Nicaragua, San Vicente y Granadinas, Dominica y Haití— están enmarcados en el grupo de países con deuda “altamente especulativa”.
El problema es doble: no es solo que sus finanzas públicas estén comprometidas hasta niveles inimaginables a ojos del mundo rico. Es que, paradójicamente, los países de renta media —la mayoría de cuantos están en la categoría de “vulnerabilidad severa”— no están cubiertos por los mecanismos de alivio de la deuda puestos en marcha en los últimos meses. Estos centran sus esfuerzos en los más pobres, que sí se pueden acoger a estas medidas, como la moratoria de deuda desplegada del G20 o los tímidos esfuerzos de ayuda del Fondo Monetario Internacional (FMI). Esa disparidad deja a muchas naciones en un limbo: sus necesidades financieras son acuciantes, más aún en plena pandemia, pero no obtienen apenas ayuda para salir del trance y poder garantizar un futuro mejor a su población.
En el caso de América Latina y el Caribe, los países que sí se pueden beneficiar de estos esquemas de alivio diseñados por la comunidad internacional son cinco, todos ellos centroamericanos o caribeños —Nicaragua, San Vicente y Granadinas, Honduras, Dominica y Haití—, mientras que los nueve restantes, entre ellos los de mayor tamaño del grupo, no tienen acceso a los mecanismos puestos en marcha por la comunidad internacional para aliviar su situación —Argentina, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Costa Rica, El Salvador, Jamaica, Belice y Granada—.
“Las iniciativas puestas en marcha hasta ahora [para socorrer a los países en problemas], son importantes. Pero, dado el tamaño del desafío, no son suficientes: hace falta más, se necesita más ambición. Son medidas que hay que tomar de manera urgente y colectiva”, ha subrayado el administrador del PNUD, Achim Steiner, en un encuentro con medios de comunicación. “El riesgo no es tanto una cascada de defaults, que también, sino que la falta de espacio fiscal en estos países impidan una recuperación en estos países tras la crisis”. A su juicio, el desacoplamiento entre las economías avanzadas y aquellas en vías de desarrollo es, a estas alturas, algo más que un riesgo: las primeras “van camino de una recuperación en V” mientras las otras están inmersas en “un revés histórico sobre sus niveles de desarrollo”.
Según los cálculos del organismo con sede en Nueva York, el servicio de la deuda de los países en aprietos sumará 1,1 billones de dólares este año, una cifra que sería suficiente para vacunar a hasta 2.000 millones de personas en el mundo emergente dentro del marco de la iniciativa Covax.
“Más que a los países, nuestro llamado es al sistema multilateral”, subraya en conversación con EL PAÍS el economista jefe del PNUD, George Gray, “de que varios países en desarrollo están inmersos en una crisis de deuda de combustión lenta”. En el caso concreto de América Latina, Gray ve dos grupos bien diferenciados: el de naciones muy dependientes de la venta de materias primas, en su mayoría en Sudamérica; y el de aquellos aquejados de problemas “estructurales, empezando por algunas del Caribe que tienen un alto nivel de endeudamiento, que dependen del turismo y que tienen que importar petróleo y alimentos”. “La crisis del covid se añade a un lento proceso de acumulación de pasivos que está obstaculizando la agenda de la región”, dice. “Un país financieramente vulnerable es aquel en el que la deuda estrangula la posibilidad de lograr el desarrollo”, concluye.
Con información de EL PAÍS
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