La sigla CIC raramente figura en las noticias. Responde al nombre de Centro de Innovación en Ciberseguridad que fue presentado formalmente en los últimos días de diciembre de 2017. El encargado de hacer el anuncio de su breve y hasta ese momento desconocida existencia fue el Diario del Pueblo, periódico del Partido Comunista Chino (PCC) y fue construido por directiva de la Comisión Central para el Desarrollo Civil y Militar Integrado. Este organismo tecnológico tiene una única misión: establecer un sistema de defensa digital para los militares y ayudar a ganar futuras guerras cibernéticas. También para identificar “amenazas” internas y controlar a la población.
Beijing lo utiliza de forma implacable. El CIC fue uno de los encargados de lanzar las recientes campañas de desprestigio que el régimen impulsó contra las grandes marcas internacionales que denunciaron la violación de los derechos humanos en la región de Xinjiang. En pocas horas, esa oficina comenzó a viralizar antiguos comunicados de esas mismas firmas de indumentaria y moda para generar la ira nacionalista de las redes que pronto se trasladó a las calles. Para gran parte de la población china, el tema se convirtió en una causa patriótica. Compañías extranjeras habían herido el orgullo nacional y debían ser castigadas. El objetivo de la autocracia había sido cumplido.
Pero además de hacer explotar campañas online y movilizar sentimientos, el CIC tiene otras capacidades más técnicas. Entre ellas figura la de interferir IPs (una serie de números que identifica a un dispositivo en la red) o irrumpir en un teléfono móvil de cualquier ciudadano y activar sus herramientas -cámaras frontal y posterior, micrófono-, manipular otras aplicaciones que estuvieran instaladas y acceder al archivo de videos y fotos.
No es sólo el poder de ingresar al móvil seleccionado, sino que es la posibilidad de controlarlo. Por completo. Con este alcance, cualquier conversación -ya fuera telefónica o entre dos personas que se encuentren reunidas- podría ser interceptada de manera ambiental por las autoridades chinas. No sólo eso: también podrían obtener una grabación visual de un encuentro utilizando las lentes del celular.
El inicio del vínculo más estrecho entre CIC y el Palacio de Miraflores comenzó poco tiempo antes a que se conociera la existencia de esta oficina de Xi Jinping, el jefe de estado obsesionado por la información de terceros y la tecnología, de ahí su intención de quedarse con el tendido de 5G en gran parte del planeta con las compañías Huawei y ZTE. El acuerdo se realizó por gestión del propio PCC, uno de los más interesados en que Nicolás Maduro mantenga el poder intacto en Venezuela.
En aquel entonces, el CIC y el PCC le proporcionaron a la administración chavista las herramientas iniciales para comenzar su persecución opositora. Pronto pusieron manos a la obra. En mayo de 2019 Infobae explicó parte del funcionamiento de esta red operativa que intentaba golpear en opositores. En aquella oportunidad se detalló cómo líderes críticos eran engañados con mensajes de WhatsApp de supuestos aliados para reuniones que nunca se concretarían. Cuando llegaban a la “cita” eran secuestrados por el Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin) y llevados a casas de seguridad donde eran detenidos por horas y en casos torturados. Eran tiempos de desesperación en Miraflores y todo valía para que Maduro permaneciera en la cumbre. Para eso fue fundamental el apoyo de China y de Rusia.
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