Las dictaduras no toleran la disidencia. Su carácter intransigente no da lugar a que se produzcan debates sobre cualquier tema, mucho menos cuando en los mismos se cuestionan las andanzas de sus cabecillas. Allá el que quiera pecar de incauto o de simular ser un ingenuo.
Está a la vista de todo el mundo el talante tiránico de Maduro y sus socios. Por ninguna parte de sus costados asoman, siquiera, una ñinguita de permisividad a los naturales cuestionamientos que merece cualquier gobernante en cualquier parte del mundo. Pero no, con Maduro no hay posibilidad alguna, y el que se atreva a cuestionar sus designios debe estar preparado para escarmentar, por lo menos, un carcelazo. Si no pregúntenle a Javier Tarazona y a sus compañeros de Fundaredes como la están pasando en los calabozos que le sirven de cuevas en las que encierran a los que cometen “el pecado” de criticar o dar información de las relaciones del régimen de Maduro con la narcoguerrilla colombiana.
Por lo antes dicho era de esperarse que Maduro embistiera ferozmente contra las redes sociales. ¡Eso estaba más que cantado! Por eso está en marcha, con el mayor descaro del mundo, el doble juego que significa “dialogar”, mientras al mismo tiempo atropellan sin recato alguno. Por eso es que Nicolás Maduro instruye a su mamotreto de Asamblea Nacional impuesta el pasado diciembre de 2020, que mezcle o entrevere en su paquete de “regulaciones bien estrictas” a las redes sociales. Ha dicho directamente que van de frente y sin moderación alguna a modificar a su antojo la Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión (Resorte). Por eso el dictador de marras grita desaforadamente: “En la ley Resorte, perfectamente entran regulaciones bien estrictas, para que esas empresas trasnacionales que abusan de los pueblos tengan que cumplir estrictamente con esas regulaciones”. ¿Alguna duda de que lo que viene es más represión, aplicando detenciones arbitrarias, como lo vienen realizando desde que asumieron el poder en 1999?
No será difícil de comprender que no les fue suficiente asaltar los medios de comunicación que informaban en medio de tantas limitaciones, pero lo hacían. Tengamos presente para abonar la idea que desarrollo en esta entrega, que sacaron del aire a estaciones de televisión y de radio que le resultaban incómodas a la tiranía. La misma suerte corrieron muchos periódicos y revistas, medios a los que fueron estrangulando mediante el regateo de papel, tinta y otros insumos. Ahora resulta que según Maduro, “Facebook e Instagram son los grandes medios de comunicación que se utilizan para “intereses y caprichos” antinacionales”. Ante esa escalada de asfixia a la libertad de expresión, todos nos hemos refugiado en las redes sociales, bien sea interactuando motu propio en nuestros dispositivos o a través de los portales informativos que sobreviven a semejante canallada.
“Eso es una conspiración contra la revolución”, grita enfurecido el narcotirano Maduro. Por eso ordena “estudiar” la legislación, la proyección y el patrimonio que hay en el mundo. Maduro argumenta que “Van a decir que como somos una dictadura vamos a poner regulaciones”. Bueno, a “confesión de parte, relevo de pruebas”, dicen los abogados. Por lo antes registrado esperemos que “las regulaciones maduristas” contra las redes sociales buscarán terminarnos de aislar de la realidad, ocultando las desgracias que van incrementando en un país, cada día más hundido en la miseria y con los líderes de cualquier sector expuestos a medidas represivas brutales.
Este despropósito hay que denunciarlo, por lo menos que se sepa en cualquier lugar del mundo en donde estén pendientes de nuestra tragedia, que la tiranía miente cuando promete facilitar salidas democráticas mediante diálogos. Que se enteren, pues solo se aprovechan de la buena fe de algunos aliados internacionales para propiciar elecciones arregladas, mientras van coronando estas leyes que son una vergüenza para la humanidad que cree en los valores de la libertad.
Mitzy Capriles de Ledezma