“El Chivo” más gordo de un país, nunca está dispuesto a dejar, de buena gana, el poder, luego de gobernar en forma dictatorial por una ingente cantidad de años y los ejemplos cercanos, huelgan. Chivo, fue el último remoquete con el que Mario Vargas Llosa perpetuó a Rafael Leonidas Trujillo Molina, dictador dominicano, quien fue asesinado el 30 de mayo de 1961 por un comando de once represaliados. Luego del magnicidio, su hijo Ramfis tomó, de hecho, el control del país, siendo depuesto, posteriormente, por la operación militar conocida como “La Rebelión de los Pilotos”.
El chivo, líder autoritario, quien gobernó con puño de plomo a República Dominicana, se las arreglaba para ganar elecciones sin salirse de la Constitución. Después de todo, estos son movimientos clásicos de todos los autócratas. Trujillo construyó un régimen autoritario reprimiendo a la oposición, a los medios de comunicación y vulnerando los derechos humanos. Siempre desconfió de los “hombrecitos verdes” y gobernó moviendo el ajedrez verde oliva. Más de 200 condecoraciones, miles de plazas y calles con su nombre y un balance trágico de 50 mil asesinatos, describen, en pocas palabras, al autócrata que a lo largo de treinta años gobernó a golpe de mazmorra y machetazo la República Dominicana. A Trujillo se le conoció como “el Chapita”, por su afición a las medallas, y como “el Chivo”, por su fama de depredador sexual.
En su juventud, Trujillo trabajó unos meses como telegrafista, pero luego sintonizó con el ambiente caótico, y durante varios años se enroló en la Banda 42, jóvenes delincuentes, liderados por su hermano José. Sus delitos eran variados: falsificaban cheques, cometían asaltos en negocios y casas particulares e imitaban a los cuatreros que aparecían en los wésterns robando ganado en las aldeas, en muchas ocasiones con violencia. El famoso “depredador” fue encarcelado algunos meses. Hasta 1918 no se le conoció otro oficio. Cuando salió de prisión se incorporó a la Guardia Nacional, cuerpo que había sido creado por los norteamericanos, que ocuparon el país de 1916 a 1924.
Pocos meses después de ingresar en la academia, su ambición y falta de escrúpulos, pronto lo hicieron florecer: fue ascendido a segundo teniente en un concurso en el que concurrieron dieciséis aspirantes y él quedó penúltimo. La alta oficialidad de entonces nunca explicó el procedimiento y poco después, sin los méritos suficientes, recibió las estrellas de capitán. “Voy a entrar en el Ejército y no me detendré hasta ser su jefe”, dijo y lo cumplió. Fue destinado como comandante a diferentes comisarías provinciales, y tuvo tiempo suficiente para comenzar su actividad como conspirador de oficio.
Cuando finalizó la ocupación y los militares estadounidenses, abandonaron el país, el nuevo presidente, Horacio Vázquez, lo nombró jefe del Estado Mayor de la Guardia Nacional, desde allí empezó a controlar los más altos estamentos del poder, y participó activamente en el derrocamiento de su protector. En 1930, lideró una rebelión armada que obligó al presidente Vázquez a abandonar el país, luego paso por las armas a su colaborador, Virgilio Martínez Reyna, y a su esposa embarazada y, apenas un año después, el 16 de agosto de 1931, creó el Partido Dominicano (PD), de corte e ideas fascistas. Tras unos meses de presidencia interina de su amigo Rafael Estrella, al que apartó del cargo sin consideraciones, fue elegido presidente. El PD nació con una ideología anticomunista y, desde el principio, con inclinaciones de partido único. Sus miembros estaban dotados con un carné, que llevaba una palma dibujada, sin el cual, nadie contaba en la vida pública. Este instrumento era popularmente conocido como “La Palmita”, permitía obtener privilegios, pero su falta era sinónimo de traje de presidiario.
Trujillo utilizó el método de adquirir propiedades, fincas y otros negocios lucrativos, a precios de golilla, utilizando el chantaje político. De esta y otras maneras Trujillo se enriqueció groseramente mientras veía a la República Dominicana básicamente como su hacienda particular. El chivo adquirió múltiples empresas, incluyendo tierras ganaderas a gran escala para vincularse a la producción de carne y leche, operaciones que pronto se convirtieron en monopólicas. Otras industrias de su propiedad fueron: azúcar, sal, tabaco, madera y lotería. Para 1937, el ingreso anual de “Chapita” rondaba el millón y medio de dólares y en 1940 ya se había adueñado de la mayoría de las empresas dominicanas.
Los dictadores, ya sean de izquierda o de derecha, llegan al poder, pobres de solemnidad, besando cristos, renunciando a sus sueldos, vendiendo propiedades, recortando presupuestos y criticando extravagancias, pero, apenas se enfundan en trajes de 10 mil dólares y se abrochan un reloj, de otros tantos, se olvidan de sus más quijotescos sueños y se dedican a acumular grandes fortunas, personales y familiares. Esta es la sempiterna historia de Latinoamérica porque, tal como dice el dicho: nadie aprende con “cachetadas” en cuerpo ajeno. Sobre la vida del dictador chapita Trujillo, seguiré conversando en mi próximo escrito.
Noel Álvarez
@alvareznv