Repasar y recoger para meditar y curar. Por Luis Acosta

No llegamos huyendo de Venezuela en el año 2020, pero  si, vinimos temerosos de lo que estaba por llegar. Desde luego, la cosa se puso oscura en todo el mundo social. Algo nuevo estaba apareciendo en el país. Por ejemplo, todo se estaba acabando a partir de años atrás, y el asunto se ponía dilatado y seco. La gente se veía apurada e inestable. Las decisiones globales se preparaban pero nadie, en lo particular o en lo colectivo, sabía lo que entraba por el anuncio de los políticos pero las mezclas no tenían ni color, ni sabor.

Los capitanes del barco principal, los Estados Unidos, estaban pendientes de otras materias. En efecto, las elecciones eran el nexo más cercano. La suerte electoral estaba echada y los pisicorre se practicaban puesto que los colores corrían pero no estaban definidos. Más un conato de enfermedad contagiosa se fue colando al norte, sur, este y oeste del mundo existente. Nadie sabía lo que pasaba pero el miedo era visible, palpable y atormentador. Las familias confundidas comenzaron a moverse en un movimiento globalizado y nervioso de escuelas y universidades; los órganos del servicio público, los hogares nuevos comenzaban a cambiar de dirección hacia lugares amistosos, cercanos y familiares.

Las ciudades grandes en población notaban parálisis y congelación; trabajos abandonados y locales de toda índole cerrados y sin vida.

Todo conduce hacia el temor, el rumor, el escándalo y la búsqueda del refugio salvador, cristiano y esperanzador. Ya no se veían albergues disponibles o poco a poco se estaban llenando.

No hemos hecho todo este recorrido para sembrar lo que todavía tenemos vivos sino porque pensamos que hay que sacar toda la información que exista. Igualmente, levantar un censo de médicos para saber su ubicación, domicilio y experiencia acumulada durante la pandemia para ser repartidos por todo el país. 

Por otra parte, nombrar una comisión mundial con sede en ONU y bajo la vigilancia de la Santa Sede para repatriar las herramientas necesarias y remitirlas a cada estado del mundo con una lista de sus propias necesidades de forma cristiana y rigurosa con este programa bíblico: “a grandes males, grandes remedios”.

No podemos esperar que la pandemia nueva, si aparece, nos vuelva a arropar sin piedad y a su antojo y capricho. Los pueblos tienen que empeñarse en cumplir las reglas de la sanidad que decidan las autoridades y caer definitivamente en su orden. El gran volumen de los muertos los ha puesto el pueblo, y al pueblo, por cualquier vía, tienen que llegar las vacunaciones a granel que salven su vida. Nosotros, de 92 y 87 años, nos vacunamos el 04/01/21 y el 02/02/21. De la vacunación salimos ilesos salvo un leve dolorcillo en el brazo izquierdo que nos ha durado hasta hoy. Por lo demás, estamos en perfecto estado, ¡Gracias a Dios!

 

Luis Acosta

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