Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica. Parte 2. Por Luis Acosta

 

“La segunda parte, titulada “La celebración de ministerio cristiano”, presenta los elementos esenciales de la lex celebrandi. El anuncio del evangelio encuentra, efectivamente, su respuesta privilegiada en la vida sacramental. En ella los fieles experimentan y dan testimonio en cada momento de su existencia, de la eficacia salvística del ministerio pascual, por medio del cual Cristo ha consumado la obra de nuestra redención. 

La tercera parte, titulada “La Vida de Cristo”, presenta la lex vivendi, es decir, el compromiso que tienen los bautizados de manifestar en sus comportamientos y en sus decisiones éticas la fidelidad a la fe profesada y celebrada. Los fieles en efecto, están llamados por el Sr. Jesús a realizar las obras que se corresponden con su dignidad de hijos del Padre en la caridad del Espíritu Santo. 

La cuarta parte, titulada “La oración cristiana”, ofrece una síntesis de la lex orandi, es decir, de la vida de oración a ejemplo de Jesus, modelo perfecto de orante. También, el cristiano está llamado al diálogo con Dios en la oración, de la que es expresión privilegiada al Padre Nuestro, la oración que nos enseñó el mismo Jesús. Una segunda característica del Compendio es su forma dialogar, que recupera su antiguo género catequético basado en preguntas y respuestas. Se trata de volver a proponer un diálogo ideal entre el Maestro y el discípulo mediante una apremiante secuencia de preguntas que implican al lector invitando a proseguir el descubrimiento de aspectos siempre nuevos de la verdad de su fe. Este género ayuda también a abreviar notablemente el texto reduciéndolo a lo esencial y favoreciendo de este modo la asimilación y eventual memorización de los contenidos. 

Una tercera característica es la presencia de algunas imágenes que acompañan la articulación del Compendio. Provienen del riquísimo patrimonio de la iconografía cristiana. De la secular tradición conciliar, aprendemos que también la imagen es predicción evangélica.

Los artistas de todos los tiempos, han ofrecido, para contemplación y asombro de los fieles, los hechos más sobresalientes del Ministerio de la Salvación, presentándolo en el esplendor del color y la perfección de la belleza.

Es este un indicio de cómo hoy, más que nunca, en la civilización de las imágenes, la Imagen Sagrada puede expresar mucho más que la misma palabra, dada la gran eficacia de su dinamismo de comunicación y de transmisión del mensaje evangélico.

40 años después del Concilio Vaticano II y en el Año de la Eucaristía, el Compendio puede constituir un ulterior instrumento para satisfacer tanto el hambre de verdad, como la necesidad de todos aquellos que, sin serlo, tienen sed de verdad y justicia. Su publicación tendrá lugar en la solemnidad de los Santos Apostoles Pedro y Pablo, columnas de la Iglesia Universal y evangelizadores ejemplares en el mundo antiguo. Estos apóstoles vieron lo que predicaron y dieron testimonio de la verdad de Cristo hasta el martirio. Imitémosles en su impulso misionero, y roguemos al Señor para que la Iglesia siga siempre las enseñanzas de los apóstoles de quienes han recibido el primer anuncio gozoso de la fe”.  

Domingo de Ramos del 2005.  Cardenal Joseph Razinger. Presidente de la Comisión Especial.”

 

Comentario personal.-

Francisco Nunez Bravo, nuestro dilecto yerno y amigo, Ingeniero Metalúrgico de la Promoción de la UCV del año 1976, nos remitió de regalo el libro Compendio “al catecismo de la Iglesia Católica” cuya lectura nos hizo recordar la escuela de catecismo que funcionaba en la Iglesia de San Felipe de la calle Ayacucho de Maracaibo. En efecto, nosotros vivíamos en la calle El Milagro esquina con la calle Ciencias, frente a La Protectora de Leonidas Pirela y cerca de las Escuela de Taxidermia y la Escuela de Música ubicadas en la misma calle Ciencias y que regentaban los esposos Rincon Gonzalez y sus hijos Rafael, que tocaba la guitarra y componía temas como El Pregonero que alcanzó gran popularidad; Guillermo que tocaba el piano y Gustavo que tocaba los timbales, la bateria y bongó. Vivíamos con nuestros padres, Samuel Antonio Acosta Acosta y Mirtiliana Hernandez de Acosta, junto a la abuela y bisabuela, Maria Amable de Hernandez y Mamena Peley de Valbuena, respectivamente, que murieron después de cumplir 104 años cada una. Era una casa de bahareque con tejido de caña brava y una mezcla de barro y algo de cemento, arena y cal. En el patio central de la casa funcionaba un pozo artesanal y había un árbol de almendro que daba sombra y además un fruto dulce, carnoso, sabroso y de cuya semilla aparecía, para nuestro asombro y como obra milagrosa, el fruto seco de la almendra, cosa que nos fascinaba. Todos, personajes, oración, vida, catequesis y música, coincidíamos los domingos en el Templo de San Felipe. Por cierto, los niños de la catequesis creíamos tener la mejor escuela de catecismo del mundo, ¡y así lo era!  

 

Luis Acosta

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