Tras la validación de la reforma, las reacciones no han dejado de llegar.
«Esto es algo más que un acuerdo fiscal, es una diplomacia que reconfigura nuestra economía global y la pone al servicio de nuestra gente», declaró con entusiasmo el Presidente de Estados Unidos, Joe Biden.
«Se trata de una verdadera revolución fiscal, al servicio de la justicia y la eficacia económica», reaccionó el ministro francés de Economía, Bruno Le Maire.
«El impuesto mínimo sobre las empresas es un gran éxito, es una clara señal de equidad», se felicitó por su parte la canciller alemana Angela Merkel.
La reforma fiscal internacional que pretende acabar con los paraísos fiscales y que debería entrar en vigor en el 2023, se compone de dos pilares “orientados a reformar las regulaciones fiscales internacionales y garantizar que las empresas multinacionales paguen un porcentaje justo de impuestos dondequiera que operen” según un comunicado de la OCDE.
Se calcula que el impuesto mínimo global podría devolver a los gobiernos 150.000 millones de dólares al año.
El otro pilar de la reforma establece las reglas sobre dónde tienen que tributar las grandes empresas a nivel global y «garantizará una distribución más justa” de los derechos tributarios en los países de mercado donde las multinacionales desempeñan sus actividades comerciales y obtienen beneficios, y no solamente en los países donde tienen su residencia fiscal.
«Por lo tanto, las grandes multinacionales ya no podrán enriquecerse trasladando su residencia fiscal a un país que tenga una baja tributación o una tributación de menos del 15%» señalo en una entrevista con France 24, Lorenzo Maggiorelli, profesor de relaciones internacionales en la Universidad Jorge Tadeo Lozano.
Mientras que la reforma fiscal estuvo en el centro de las discusiones del sábado en la cumbre de Roma, se espera que los mandatarios del G20 aborden el domingo la cuestión de la emergencia climática.
El espinoso y muy esperado tema del cambio climático
“En todos nuestros objetivos climáticos, tenemos un largo camino que recorrer y debemos acelerar el ritmo», repitió el viernes Antonio Guterres.
El Secretario General de las Naciones Unidas volvió a advertir del riesgo de una «catástrofe climática», señalando la «responsabilidad especial» de los países del G20. Este grupo, que incluye entre otros a Estados Unidos, Francia, Reino Unido, China, Rusia e India, entre otros, es responsable de la mayor parte de las emisiones mundiales. «Todavía estamos a tiempo de reconducir las cosas, esta reunión del G20 es la oportunidad de hacerlo», insistió Guterres.
En cuanto termine la cumbre del G20 el domingo, los Jefes de Estado y de Gobierno viajarán hacia Glasgow en Escocia, donde participarán en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, COP26.
Sin embargo, no hay garantías de que los líderes lleguen a compromisos firmes en materia de clima durante la jornada del domingo.
A principios de octubre, el jefe del Gobierno italiano, Mario Draghi, había abogado por «un compromiso del G20 sobre la necesidad de limitar el aumento de las temperaturas a 1,5 grados», el objetivo más ambicioso del acuerdo de París.
Sin embargo, en el avión que le llevaba a la capital italiana, el primer ministro británico, Boris Johnson admitió que los dirigentes no van “a detener el calentamiento global en Roma ni en esta reunión de la COP».
«Lo máximo que podemos esperar es frenar el aumento» de las temperaturas, señaló.
Varias marchas tuvieron lugar en Roma este sábado. «Hoy pedimos a los líderes del G20 que dejen de jugar entre ellos y que escuchen a la gente; que actúen a favor del clima como la ciencia lleva años exigiendo», declaró a la Agence France-Presse un activista de Fridays for Future.
France24 con AFP