El régimen que controla el poder ejecutivo venezolano ha convocado al país a encontrarse en las urnas electorales el 21 de noviembre. En países donde impera una verdadera democracia, hechos como este no tendrían nada de extraño y hasta podrían sonar atractivos, pero en Estados como Cuba, Rusia, Bielorrusia, Nicaragua y Venezuela, territorios donde solo se cumplen los deseos de los dueños del circo, uno debe atenerse capciosamente a lo que decía Stalin : No importa cómo se vota ni quien vota, ni donde ni a quien votas. Lo importante es quien cuenta los votos.
El régimen se aprovecha de las debilidades políticas, económicas, sociales y hasta personales de muchos dirigentes de la llamada “oposición” para montar un circo en donde jamás los mandones serán derrotados y quienes los adversan se enfrentan a lo que llaman un Catch-22 ʻcallejón sin salidaʼ. Si pierden, obviamente, saldrán derrotados y si ganan, también. Los venezolanos hemos evolucionado políticamente y sabemos que en los trasfondos electorales se están moviendo intereses oscuros y perversos, en los cuales, algunos candidatos, aun perdiendo, habrán cumplido el rol de apaciguadores y obtendrán la amnistía prometida ¡La dignidad no se vende en farmacias!
En un reciente programa de radio me preguntaron si yo llamaría a votar, he aquí mi respuesta: El voto debe ser razonado, libre, personal, intransferible, universal, directo y secreto, por lo tanto, debe responder a una profunda reflexión del elector acerca de que puede lograr con ese pequeño pero poderoso instrumento. Mientras que el voto pertenece al elector, las postulaciones son atribuciones de los partidos o grupos de electores. Resumiendo este punto, creo que sería una soberana falta de respeto de mi parte o de cualquier político, tratar de influir sobre la conducta electoral de los ciudadanos. Diferente sería mi respuesta ante la pregunta ¿Está de acuerdo en que los partidos políticos concurran al proceso del 21N? Por considerar que es una obra de teatro montada por el régimen, rechazo abiertamente esa comparecencia.
Como columnista de opinión, siento la enorme responsabilidad de compartirles las razones que fundamentan mis decisiones. El título de este artículo no refleja mi rechazo irreflexivo a los procesos electorales, NO. Apoyo, los procesos electorales, siempre y cuando se ajusten a lo establecido en los mecanismos constitucionales, legales y democráticos, que se traduzcan en elecciones libres, transparentes y creíbles, con amplia supervisión de los organismos internacionales, con escrutinios serios, sin totalización amañada y sin resultados con “barandas”. Debo aclarar que dicho título, corresponde a una novela de Miguel Ángel Martínez López, escritor español que plantea en su obra la disyuntiva de una forma de política más directa y a ella me referiré de seguidas.
La novela No te daré mi voto se desarrolla en una pequeña capital de provincia española, donde un empleado de banca, desempleado, un veterano profesor de instituto y una joven profesora, hastiados de la inoperancia de los políticos locales, deciden crear UsaTuVoto.com, un partido político totalmente original. Esta organización ofrece un portal en internet, a través del cual, los votantes deciden el voto de sus concejales en el ayuntamiento. Este planteamiento choca frontalmente con el poder establecido y su sistema de apoyos, pactos y alianzas. Esta novela hace pensar al lector sobre las verdades profundas de la democracia y su puesta en práctica en la vida pública.
Si hoy nos detuviéramos a pensar si este libro sigue teniendo actualidad, veremos que la va ganando día a día. La obra parece escrita para todos aquellos que quieren participar más en las decisiones políticas de su comunidad, ciudad o país, pero que no quieren entrar a militar en partidos. Aquellos que no quieren “dar su voto” a otros para que los gestionen a sus espaldas, sino que quieren quedarse con el voto en su mano para ejercer sus decisiones. El título hace referencia a este deseo, “no quiero darte mi voto, quiero quedarme con él” ¿Será eso posible?
Los protagonistas tienen el deseo de participar en las decisiones que les afectan y deciden poner en práctica un mecanismo que permite todo esto sin tener que modificar el sistema electoral vigente. La novela se desarrolla en una pequeña capital de provincias española. Todos los personajes son ficticios para evitar persecuciones. Sí, es un hecho real el equilibrio político descrito, habitual en las elecciones municipales en esta ciudad, donde los dos grandes partidos se repartían la mayoría de los votos y dejaban a los demás con uno o dos concejales.
El mecanismo que los protagonistas ponen en marcha es una formación política desarrollada sobre un portal de internet, donde los suscriptores deciden por votación lo que los concejales de este partido defenderán en los plenos municipales. Es un sistema de democracia directa intermediada por el concejal-representante. No existen órdenes de partido, no existen pactos amarrados con repartos de dinero, no hay más ideología que la convicción de que la soberanía la tiene el pueblo y de que es capaz de ejercerla.
¿Es un partido político, apolítico, sin programa? ¿Qué ocurre con esta nueva manera de hacer política? ¿Este sistema es posible? Se preguntan algunos. “Teóricamente lo es”, responden varios analistas. Otra cuestión sería, si esta es la mejor manera de proceder y, si lo fuera, si habría suficiente gente con ganas de participar a este nivel de detalle y de asumir la responsabilidad de sus decisiones. El libro está compuesto por una serie de micro historias de ciudadanos anónimos. Pequeños cuadros que intentan radiografiar al ciudadano de a pie, que, con su actitud, su calidad moral y sus actos privados influyen en la marcha de la vida pública, donde ellos son los verdaderos protagonistas.
Noel Álvarez
@alvareznv