Las elecciones del 21N siguen divididas, no hay precisiones en cuanto resultados para escoger gobernadores, alcaldes y diputados regionales. Sin embargo, en medio de estas dificultades, es válido apuntar que la oposición venezolana agrupada como sociedad civil, constituye mayoría frente al chavismo con todo y el control hegemónico del aparato gubernamental, sobre todo, el represivo. No está fácil, en tal sentido, el venidero proceso.
La falta de libertades consecuencia del régimen autoritario que hemos sufrido en tantos años de ejercicio irracional de la política, ha constreñido la independencia de poderes e instituciones. Caso concreto, el CNE ente rector de los procesos electorales y cuyos últimos presidentes, exageradamente y con un fuerte rechazo social; Jorge Rodríguez y Tibisay Lucena-recién nombrada Ministra de Educación Superior- mostraron descarnadamente ese nocivo ejercicio de la prevaricación pública, propia de regímenes autoritarios.
Frente a tales abusos y teniendo en cuenta, a la sociedad civil mayoritaria ya referida, deseosa de votar, aun cuando, la confianza no es cualidad endilgada a los aspirantes a elegirse, encontramos un país resiliente. Un país deseoso de cambios positivos y raíces éticas, dispuesto a salir adelante. Un país, resiliente, frente al gobierno sin rubor para aniquilarlo. Es el mismo país exitoso para escalar y visualizar enfoques facilitadores del bien común desde la perspectiva de libertad y democracia, que por décadas, exportó a países de Latinoamérica.
Los venezolanos asoman actualmente y en momentos de gruesas consideraciones en escenarios mundiales, especialmente europeos, capacidad para liderar, la implantación de democracias sólidas que acaben con pretensiones populistas y continuistas de regímenes autoritarios y pasar en consecuencia, de procesos fracasados en sistemas comunistas y socialistas inútiles a democracias completas. No existe en medio de sus cuestionamientos, otros sistemas que la supere.
Se viven momentos interesantes en el entramado político y social. Se remecen las patas de abusos y controles políticos, sociales y económicos, muy perversos. Sobre todo, se tambalea al desnudarse en toda su magnitud nivel nacional e internacional la profunda corrupción entre gobierno y opositores con todo su complejo entramado de casos, cuyas torceduras lastran las mínimas consideraciones para la convivencia compartida entre ciudadanos.
Se requieren acuerdos en el marco de adecuadas negociaciones para establecer tranquilas y básicas relaciones, que comiencen por respetar la condición humana y sus derechos que apuesten a mejorar la calidad de vida.
No es una situación de corto plazo, conlleva serias decisiones y requiere incluir protagonistas éticos, que no son precisamente los ofertantes actuales de ambos lados. Desprestigiados y cuestionados. Figuras desgastadas por la corrupción ilimitada, por intolerancia, y por el repliegue del honor para dar rienda suelta a las pasiones más viles que destruyen a su paso, todo cuanto toca.
Estos “lideres” saldrán irremediablemente de escena dando paso a los emergentes, quienes liderarán la transición y trabajarán para legitimar la sólida democracia con sentido ético, contrarrestando los estragos acumulados durante años por la destrucción del tejido social. Venezuela, en su severa crisis sistémica, ha vivido una destrucción erosiva, deslegitimadora de instituciones agravada por recurrentes violaciones constitucionales, las cuales, nos han sumido en la mayor crisis humanitaria.
Eneida Valerio Rodríguez
@eneidavalerio