Viendo las cosas que están pasando en Venezuela, no dejo de recordar y darle toda la razón a las prevenciones que nos hacía tener nuestra abuela Emelina cuando nos advertía que había que tener mucho cuidado con quien uno se reuniera, porque “no hay cosa mas peligrosa en esta vida que las malas juntas”, decía ella. Y es tan cierta esa premonición que en el camino hemos visto quedarse a mas de uno, enredado en los casos mas insólitos. La historia está llena de personas decentes que fueron embarradas por esos pegostes que se les arriman buscando algo mas que buena sombra, sobre todo cuando se trata de un árbol con poder político.
En todos los gobiernos, de todos los colores, siempre se destapan ollas que contienen los guisos de esos aprovechadores de oficio, ganadores sobrados del “Mecate de Oro”, porque además de jalar «se guindan y se mecen”. Son adulantes expertos en masajearle el ego al más frio de los líderes, se meten en los círculos de poder con mas habilidad del que logra introducir un elefante por la rendija de una aguja. Pues bien, esos son los perniciosos, los tóxicos y los que empañan al mas pintao. Por eso siempre tengo presente los consejos de mi abuela Emelina y desde entonces he desarrollado un olfato para oler, de lejos, ese tufo de los buscadores de tesoros en los anillos de los empoderados.
Así hemos tenido la ingrata aparición de los Alacranes que se transformaron en “trompos servidores” de Nicolás Maduro después que eran los primeros “chicharrones” en los platos de Juan Guaidó. Como decía mi amigo José Camejo en Ortiz, “no aguantaron una pediita”. Pero es que lo que pidieron tampoco fue mucho, les salieron muy baratos al régimen que los usa como depositarios de las tarjetas de los partidos políticos que asaltaron para resquebrajar y enrarecer la vida de la oposición.
También están los que se colaron en las listas de diputados y pidieron ser miembros de la Comisión de Contraloría de La Asamblea Nacional, desde donde iban “a combatir ferozmente la corrupción”. “Yo te aviso chirulí”, como mas de una vez le escuche decir a mi gran amigo el negro Luis Catanaima cuando sospechaba que por ahí andaba un tránsfuga prometiendo lealtad. Pues esos diputados repartieron cartas de buena conducta, una de ellas para el testaferro de la revolución, Alex Saab. Y lo insólito es que esos personajes se pasean por las tribunas que se instalan en este carnaval electoral montado por Maduro.
Otro caso es lo que está pasando con la empresa Monómeros estafada por un grupete de vivianes que se enfranelaron con logotipos del G4 y arrasaron con el queso… digo con los fertilizantes. A Juan Guaidó le dijimos muchas veces que se rodeara bien, que estuviera mosca con ese cerco en el que él se dejó atrapar, que el sectarismo mata, ¿y qué pasó?, pues bien, que Guaidó no escucha y como lo ha dicho claramente ese gran guariqueño Antonio Ledezma «no se deja ayudar». Ahí están los resultados de esas malas juntas. Lo malo no es solo lo que se robaron en esa empresa, lo peor es la mala imagen que le dejan al gobierno interino.
Carlos Ismayel
@CYsmayel