La libertad del hombre, es un bien preciado en escala superior desde tiempos remotos y ha reclamado para su conservación la armonía socializadora, que entre otras razones, constituye la defensa de su preservación debido a los riesgos que la asalta y puede perderla desde aspectos políticos hasta sociales, incluyendo procesos económicos y culturales.
Sin embargo, en la política se asienta, la mayor concepción de lo entendido por libertad, cuya constricción, está anclada de buena manera al lenguaje. Es comprensible, en consecuencia, todo cuanto entendemos, comprendemos y analizamos como concerniente al lenguaje arma fundamental para creer en la honestidad de los líderes, mediante discursos y conducta responsable. Nada fácil, porque exige coherencia entre palabra y su práctica.
El lenguaje de muchos políticos, ha sido demoledor. Han desnudado sin contención sus fragilidades, cuando abordan pasiones populistas y también al pretender sumar voluntades. En Venezuela, estos líderes, han pasado de ciertas ovaciones en el esplendor de sus días al socavón, tristemente alimentado por ellos, del desprestigio. Han desmeritado sus posiciones y sembrado dudas razonadas en todo cuanto representan, emparejando un rechazo creciente.
El lenguaje político agotado en Venezuela, aúpa consecuencialmente y luego de su desventura, nuevos líderes. Julio Borges, Henrique Capriles, Leopoldo López, María Corina Machado, perdieron con el lenguaje indigente como lo hemos calificado, un bastión sustantivo del voto nacional. Se convirtieron en contradictorios personajes y en anodinos líderes en momentos de exigencias históricas, con lo que pudo facilitarse avances para la transición.
Fragmentaron la oposición, cometiendo errores tras errores. Minimizaron las posibilidades de unidad y convirtieron en pólvora volátil, el escenario de acuerdos racionales en aras a las necesidades del país. Han llegado inmersos en un lodazal, sin otra opción que la salida de la escena política, dada su irresponsabilidad y culpa.
Utilizaron estos líderes opositores, el chantaje, la deslealtad que tanto daño ha sumado en todos los planos de la convivencia lingüística. Llegaron al incómodo y desagradable lobby para separar de sus funciones a Juan Guaidó, justo en el momento, que muestra una cómoda recuperación a nivel de opinión pública. No midieron las consecuencias por tal pretensión.
Julio Borges, después de ser el Canciller de quien es reconocido por EE.UU y 60 países más, perdió la brújula hace tiempo. Sin embargo, no puede ni siquiera recogerla, al agravarla cuando pide públicamente, la renuncia a Guaidó. Y fue peor en resultados, ya que cuando las críticas arreciaron y se percató de su resbaladiza posición, ofreció declaraciones contradictorias para la prensa española. El lenguaje de la indigencia melló más aún, su inquinada conducta. Julio Borges, no demostró en 22 años de poder, coherencia mínima. Pero si lo disfrutó, mejor que muchos con más antigüedad en estas lides. PJ se tambalea. PJ cojea de una o varias patas.
Capriles, es percibido como entregado al régimen de forma grotesca y sorprendente, sin dejar de enredar el juego. Su discurso, de tolerancia como gobernador y candidato exitoso a la presidencia, hace varios años, luce abandonado. Capriles, agotado y derrotado, es una reminiscencia ingrata y nos duele, esa visión de quien pensamos sería, la alternancia que requiere el país. Aquel Capriles, gentil, bueno para declarar, ha caído estrepitosamente.
Han mentido y contradicho. Han engañado y acallado como los poderosos frente al ciudadano que aprendió ser cauto y estar atento para emitir juicio contra quienes aprovechados del poder político, los subyuga igual que los líderes del gobierno, muy alicaído en estos momentos luego de los sucesos de las elecciones en Barinas. ¿Dónde están las diferencias entre aquellos y estos?
María Corina, prisionera de sus contradicciones no muestra interés por la tolerancia. Atornillada en sus propias irreverencias, sigue prisionera de su dogmatismo ineluctable. María Corina en tantos años de Vente Venezuela, no le reconocemos un aporte a la discusión política que no sea la puja por la invisibilización de la oposición venezolana.
Leopoldo López, es un caso de inmadurez política, lleno de contradicciones. Su indigencia lingüística, lo ha colocado en un escenario inviable para el éxito político luego de disfrutarlo ampliamente. Su organización VP es una reminiscencia de aquella aceptación frente al líder que lucía retador e irreverente. Fue un Alcalde exitoso. Su injusta y por varios años prisión, fue motivo de tristeza para el país. El maltrato recibido en Ramo Verde, injustamente aplicado y extendido a su mujer, fueron temas para la conciliación opositora de aquellos años. Se fue, logró salir del país y con ello, duro admitirlo, las esperanzas para reconducir a las fuerzas resilientes de la oposición.
López, volvió a su inmadurez, se paseó como especie de alter ego de Guaidó asistiendo a actos internacionales en su representación. Saltó en plena pandemia en España normas de comportamiento preventivo y fue sancionado por las autoridades, alimentando las críticas. Su vida salpicó la opinión pública por gastos excesivos para abordar su nueva etapa, sin informar la procedencia de los cuestionados recursos. Leopoldo, un tejedor de sueños, se engañó a sí mismo.
El más sabio por edad, experiencia, solidez económica, Humberto Calderón Berti, Embajador ante Colombia, se sacudió rápido del gobierno de Guaidó. Dejó entrever graves problemas de corrupción en su entorno. La opinión política entre otras consideraciones, coló la especie de estar en componenda con Borges, siempre Borges: taimado, escurridizo, desconsiderado y desleal, para salir de Guaidó. Nunca lo desmintió, y la duda se consolidó.
Recientemente, volvió con sus acusaciones y ante el repudio nacional e internacional, señaló obligado para el diario ABC de España, que Guiado debía permanecer. El discurso indigente como lo hemos llamado, volvió por las suyas en un hombre tenido por conocedor de temas internacionales.
Eneida Valerio Rodríguez (@eneidavalerio)