Esta navidad de 2021, más que por la pandemia, que nos arrebató familias y amigos, mucho peor no ha podido ser, la epidemia militarista chavista, de civiles narcotraficantes y corruptos, testaferros de políticos de mala estirpe, que sin duda, tendrá tres escenarios sin exageraciones.
Primer escenario: En casa de militares y connotados jefes del “G$” disfrutaran sus navidades con la impunidad de parentela europea y con el auxilio de dos grandes negocios: bodegones y venta de vehículos (usados o importados) llegaran las delicatesen: jamón serrano, Pavo relleno, queso manchego, acompañase con whisky etiqueta azul, por supuesto vino de la Bodega de Murrieta Royal Castillo Ygay, caviar, el turrón de Alicante y el postre francés Buche de Noel para picar y cenar a las 12 de la noche cuando aparecerán los regalos, al brindis de champan Moët & Chandon con la sorpresa de la camioneta Nissan X-Trail. O SEAT al jovencito Ateca, el Chevrolet Tracker para la quinceañera y toda la colección de alta tecnología de Jurásico Dinosaurio y así dólares para la abuela, las madres, cuñados y suegros. Y al mismo tiempo pa el carajo los enfermos, como los niños del Hospital J.M de los Ríos, pero con la dignidad de sus padres, que los anteriores no tienen.
Segundo escenario: Los venezolanos que aún sobreviven, pequeños comerciantes e industriales, profesionales de todas las disciplinas, estudiantes, empleados públicos honestos que no forman las clientelas partidistas ni matraquean a última hora para un permiso, rebaja de impuestos y por supuesto los policiales que hasta la tarde de hoy montarán alcabalas para el aguinaldo, la pasarán pensando que el nacimiento de Jesús sea un presagio para una mayor calidad de vida. La ausencia de un pernil será envidiable. La tradicional hallaca con escasos ingredientes, cervecita comprada en vaca y cocuy con retazos de piña ¿regalos? una que otra pendejada, pero juguetes para los niños, ya lo había dicho el gran Andrés Eloy Blanco al describir la tristeza del “niño pobre ante el juguete rico” desde que nacieron en este siglo XXI, rojo rojito, no se ha vivido la infancia y la juventud a empujones.
Tercer escenario: Los millones de venezolanos deambulando por el mundo. Sus carpas incendiadas en Chile, expulsados del Perú, perseguidos en otros países que olvidan las pisadas de los independentistas de Venezuela que les llevaron libertad ¡solo Colombia! La Gran Colombia de Bolívar les cobija, mientras, para otros, la navidad será pasando trochas, montañas peligrosas y ríos crecidos buscando el trabajo, salud y educación que se les niegan, por un militarismo envalentonado y los vivos del “G$” mientras negocian sus respectivas inmunidades, tras la persecución de la justicia internacional. Es impensable entonces, una cena navideña como en otros tiempos y con humildad en sus casas, acaso comerse un perro por pernil o un gato por conejo, con sopa de iguana y algún aguardiente fermentado, a la buena de Dios.
Quizás en Barinas, se pueda vivir la noche navideña, con las dadivas del régimen, la oposición colaboracionista y el “G$” para el asalto a una gobernación de la que solo quieren el control de sus ríos y no para pescar, nadar o llevar sus aguas a los sedientos sino para el negocio de lechugas. Se olvidan que en el antiguo «Libro de los Muertos» en su capítulo 125, referido a las confesiones negativas, se enumeraron los pecados imperdonables como: “destruir represas útiles, provocar enfermedades, quitar la leche al niño, sustraer los alimentos a otros, privar al indigente de la subsistencia y provocar el hambre” que en sociedades cómplices queda todo delatado. Jamás se había visto tanto derroche de dinero público y mal habido, para que los jefes de la delincuencia opositora venezolana, legitimen al régimen.
Eso sí, seguro estamos, que en estos dos últimos escenarios, la navidad llegara con esperanza y en los otros, con el temor de que “Dios tarda, pero no olvida”.
Jorge Ramos Guerra