Katie Tannenbaum llegó a los Olímpicos y terminó última.
Pero esto no la entristece.
Tampoco debería hacerlo, conociendo su historia. Se sobrepuso a todos los pronósticos para llegar a los Juegos de Beijing. La nativa de California compite en el skeleton por las Islas Vírgenes de los Estados Unidos, lugar en el que vive desde el 2007. Su salto a la fama ocurrió hace dos años cuando se impactó con la cabeza contra una escoba que habían dejado en la pista hace dos años. Llegó a Beijing solamente después de que Suecia y Francia declinaron enviar a sus atletas.
Por si eso fuera poco, parecía que iba a tener que retirarse dos horas antes de la competencia. La semana pasada dio positivo por COVID-19 y se perdió la oportunidad de llevar la bandera de su país en la ceremonia de apertura y recibió autorización para la carrera hasta la última sesión de entrenamiento.
“Fue una semana muy estresante”, reconoció Tannenbaum.
Ahora tiene buenos motivos para reír. Le tomó mucho tiempo llegar a los olímpicos a la atleta de 36 años. Pensó que se había clasificado a Pyeongchang 2018, pero eligieron a otros competidores para completar el campo.
‘Claro, hubo un momento en el que pensé que era todo, pero creo que hubiera sido más factible que me retirara si hubiera ido en el 2018, al final me alegra no haberlo hecho», agregó.
Es la misma resiliencia que tiene la isla a la que llama su hogar.
Las Islas Vírgenes fueron devastadas por el huracán Irma en el 2017, un huracán de categoría 5 —el más destructor— y que provocó daños por 4.000 millones de dólares. Dos semanas después otra tormenta categoría 5, el huracán María, volvió a golpear, aunque el impacto fue menor.
Tannenbaum continuó, lidió con la decepción de no asistir a Pyeongchang y ha seguido lidiando con los altibajos desde entonces.
“Creo que ser considerada ‘inspiradora’ es uno de los más grandes elogios que uno puede recibir», admitió Tannenbaum. “Si lo escucho al menos de una persona, siento que tuve un impacto”.
Fuente: AP