Es la enorme mancha negra que ha dejado una fuga de petróleo de OCP en el pulmón del planeta: la Amazonía. El chorro salió disparado cuando los obreros estaban quitando las rocas desprendidas sobre una zona, debajo de la cuál, discurre un oleoducto de Ecuador.
«Tratamos que el crudo no llegara al río, pero bajó como cascada por la pendiente», se lamenta César Benalcázar, un obrero de 24 años.
La enorme cascada que ya han calculado de más de un millón de litros de petróleo, terminó en uno de los afluentes del río Amazonas y afectó al Parque Nacional especialmente protegido de Cayambe-Coca.
«Ha contaminado más o menos una extensión desde el punto del derrame de 360 kilómetros hasta la frontera», señala Alexandra Almeida de Acción Ecológica.
Por la zona pasa el Oleoducto de Crudos Pesados (OCP), operado por privados y el de mayor capacidad de Ecuador. La víspera del derrame fue un día de lluvia. El río Quijos estaba crecido y de la parte alta de la montaña se habían desprendido grandes rocas, una de las cuales cayó de punta y perforó el tubo.
Los ecologistas y habitantes de la zona temen un alto impacto no solo en la fauna y flora, también en su economía.
«Nos sentimos que hemos perdido todo y en caso de recuperar, en el caso de las autoridades, no tenemos apoyo», señala Rosa Tapinoa, vicepresidenta de FECUNAE, la Federación de Comunidades Amazónicas.
«Nuestro hijos, nuestros nietos, la gente que quiera hacer turismo aquí ya no va a venir», apunta Bolivia Buenano, residente de la zona
En 2020 ya hubo un derrame de unos 15.000 barriles en el mismo lugar en el que se ha producido este vertido.
La mancha negra alcanzó a tres ríos amazónicos, cuyas riberas están habitadas por miles de pobladores de las provincias de Napo y Orellana.
Nadie cuantificó el desastre. Como ahora, el petróleo corrió por las aguas. Desde entonces los lugareños saben que la tragedia vendrá después.
Con información de EuroNews