El fantasma de la contaminación de Chernobyl se corporizó esta semana por la acción de los soldados rusos que invadieron esa zona del norte de Ucrania. Un convoy de tanques y camiones de abastecimiento transitó varias veces por el denominado “bosque rojo” (por el color que tomaron los árboles a causa de la explosión nuclear), el área más contaminada de la zona de exclusión trazada después del desastre de 1986. Los vehículos pesados militares levantaron un polvo radioactivo que no sólo los pudo contaminar a ellos, sino que formó una nube radioactiva que podría provocar otro desastre en toda la región e incluso llegar hasta Kiev, que está a 100 kilómetros del lugar.
Dos altos empleados de la central que monitorea los niveles de contaminación en Chernobyl le dijeron a la agencia Reuters que observaron un aumento considerable de las radiaciones a partir del 24 de febrero, el día que comenzó la invasión rusa. Los soldados no están equipados con trajes antirradiación y los vehículos no fueron descontaminados. El polvo radiactivo seguramente fue inhalado por las tropas y los tanques y camiones lo siguen esparciendo por donde transitan. Uno de los inspectores dijo que había hablado con un grupo de soldados rusos muy jóvenes que “no tenían idea de dónde estaban ni sabían que había habido una explosión nuclear en Chernobyl”.
La inspección nuclear estatal de Ucrania sigue siendo responsable del almacenamiento seguro del combustible nuclear gastado y de la supervisión de los restos recubiertos de hormigón del reactor que explotó. Es en esa oficina donde trabajan las dos personas que dieron su testimonio con la condición de que no se revelara su nombre.
El ministerio de Defensa ruso asegura que los niveles de radiación de la planta, que mantienen bajo su control, están dentro de los niveles normales y que sus acciones evitaron posibles “provocaciones nucleares” por parte de los nacionalistas ucranianos. El Kremlin ya había negado previamente que sus fuerzas hayan puesto en peligro las instalaciones nucleares dentro de Ucrania.
Cuando se produjo el desastre nuclear el 26 de abril de 1986, decenas de kilómetros del bosque de pinos más cercano a la planta se tiñó de rojo. Desde entonces es considerado el lugar con mayor contaminación del planeta al aire libre. La zona externa y la ciudad de Chernobyl, ubicada a 18 km, y el pueblo de Pripiat, a 2,7 km, fue abierta a la circulación con permiso mediante. Pero el bosque rojo no lo pueden transitar ni los trabajadores de lo que queda de la central nuclear. “Un convoy de varios kilómetros de vehículos militares pasó justo por detrás de nuestra oficina y atravesaron el bosque rojo levantando una gran columna de polvo. Los sensores de seguridad comenzaron a sonar mostrando un nivel de contaminación alto. Y esto volvió a suceder varias veces en los días siguientes”, contó uno de los empleados.
Los guardias rusos que tomaron la planta ordenaron que no se dé a conocer ninguna información de lo sucedido y los empleados tuvieron que seguir trabajando encerrados en sus oficinas durante todo un mes. La semana pasada, permitieron que una nueva guardia los reemplazara. Cuando llegaron a la ciudad de Slavutych, donde vive la mayoría del personal de la planta y que todavía está en manos de las defensas ucranianas, pudieron informar al gobierno del presidente Volodymyr Zelensky lo que había pasado.
La Agencia Estatal de Gestión de la Zona de Exclusión de Ucrania dijo el 27 de febrero que el último registro que tenía en un sensor cercano a las instalaciones de almacenamiento de residuos nucleares, antes de perder el control del sistema de vigilancia, mostraba que la dosis de radiación absorbida era siete veces superior a la normal. El Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) informó el 25 de febrero que los niveles de radiación en el emplazamiento de Chernobyl alcanzaron los 9,46 microsieverts por hora, pero se mantuvieron “dentro de un rango operativo” registrado en la zona de exclusión desde el momento de su creación. Los niveles de seguridad, según las normas del OIEA que figuran en el sitio web oficial del organismo, son de hasta 1 milisievert al año para la población en general y de 20 milisievert al año para quienes se ocupan profesionalmente de la radiación.
La central nuclear de Chernobyl está rodeado desde hace más de tres décadas por una zona de exclusión de 2.600 kilómetros cuadrados que impide el acceso a la población. Cuando se fundió el reactor número cuatro como consecuencia de un error humano, liberó enormes cantidades de partículas y gases radiactivos dejando 400 veces más radiactividad en medio ambiente que la bomba atómica lanzada sobre Hiroshima.
En algunas zonas, en las que los niveles de radiación han disminuido con el tiempo, las plantas y los animales regresaron y reprodujeron en cantidades significativas. Pero en las zonas de alta radiactividad, el tamaño y la diversidad de las poblaciones de aves, mamíferos e insectos son significativamente menores que en las partes “limpias” de la zona de exclusión.
El profesor de Ciencias Biológicas de la Universidad de South Carolina, Timothy Mousseau, hace 20 años que viene trabajando en las zonas de desastres nucleares como el de Chernobyl y Fukuyima, en Japón. Tiene acceso a información clasificada y escribió en el sitio The Conversation:
“Los sensores colocados por el EcoCentro Ucraniano de Chernóbil en caso de accidentes o incendios forestales mostraron saltos dramáticos en los niveles de radiación a lo largo de las principales carreteras y junto a las instalaciones del reactor a partir de las 21hs. del 24 de febrero de 2022. Fue cuando los invasores rusos llegaron a la zona desde la vecina Bielorrusia”, explicó. “Como el aumento de los niveles de radiación fue más evidente en las inmediaciones de los edificios del reactor, se temió que las estructuras de contención hubieran resultado dañadas, aunque las autoridades rusas han negado esta posibilidad. La red de sensores dejó de informar bruscamente a primera hora del 25 de febrero y no se reinició hasta el 1 de marzo de 2022, por lo que no está clara la magnitud total de la perturbación en la región por los movimientos de las tropas, pero es seguro que ese alto nivel de radiación afectó a cualquiera que estuviera allí”.
Los generales rusos armaron la base de las operaciones militares del norte en la zona de exclusión de Chernobyl porque es amplia y despoblada, conectada por una carretera de doble mano que comunica directamente con Kiev. De hecho, se convirtió en un gran estacionamiento adecuado para albergar los miles de vehículos de un ejército invasor. Por allí también pasa la red principal de energía eléctrica que abastece a la capital ucraniana, aunque la propia central no genera electricidad desde el año 2000, cuando se apagó el último de los cuatro reactores.
Es muy peligroso que Chernobyl se convierta en un objetivo de las fuerzas aéreas rusas o ucranianas. Una bomba en ese lugar podría hacer explotar un depósito que contiene más de 2,4 millones de kilogramos de combustible nuclear gastado radiactivo. Se trata del material altamente contaminante que produce un reactor nuclear durante su funcionamiento normal. Un impacto directo en las piscinas de combustible gastado de la central o en las instalaciones de almacenamiento en seco podría liberar en el medio ambiente una cantidad de material radiactivo mucho mayor que la de la fusión y las explosiones originales de 1986 y, por tanto, provocar un desastre medioambiental de proporciones globales. En una guerra siempre se producen errores. Y los misiles rusos de precisión están teniendo una tasa de fallas del 60%, de acuerdo a la evaluación del Centro para los Estudios de la Guerra.
Y otro punto de preocupación es la posibilidad de que se registren incendios forestales en las áreas de la zona de exclusión donde los soldados están acantonados. Allí prenden fuegos para cocinar y para calentarse durante las duras noches de temperaturas bajísimas. En las últimas tres décadas se registraron varios incendios forestales y lluvias radioactivas con graves consecuencias para la fauna y la flora. “No existe un nivel `seguro´ en lo que respecta a la radiación ionizante. Los peligros para la vida son directamente proporcionales al nivel de exposición”, escribió el profesor Mousseau.
Si la guerra se agrava y se produce algún ataque que dañe las instalaciones de confinamiento de la radiación en Chernobyl, o cualquiera de los otros 15 reactores nucleares que tiene Ucrania, la magnitud del daño a la población y al medio ambiente sería catastrófica. Por ahora, sabemos que los jóvenes conscriptos que permanecen en el Bosque Rojo ya están en grave peligro.
Fuente: Infobae