La aceleración de la inflación en Argentina, un problema endémico del país, ha avivado entre los expertos y algunos sectores políticos el debate sobre un eventual reemplazo del peso por el dólar, en una economía ya considerada bimonetaria por el histórico uso que los argentinos hacen del dólar para ahorrar y como refugio ante la siempre devaluada divisa local.
El debate lo pusieron sobre la mesa el diputado de ultraderecha Javier Milei, quien quiere ser candidato a presidente en 2023 y que propone además eliminar el Banco Central, y el diputado Alejandro Cacace, de la principal coalición opositora, Juntos por el Cambio, quien presentó un proyecto para adoptar el dólar como moneda de curso legal en Argentina.
Quedó así instalado el debate en un contexto de índices de inflación cada mes más altos -55,1 % interanual en marzo pasado, que promete elevar aún más las cifras de pobreza- lo que hace que crezcan las dudas por que se pueda volver la hiperinflación que ya se vivió a fines de los 80.
“El hecho de que la inflación es bastante alta o viene subiendo” genera “un tema de agenda no solo del mundo empresario o académico, sino también en la gente común”, dijo a Efe Roque Fernández, exministro de Economía y expresidente del Banco Central de Argentina, quien ya en 1998, en una época de estabilidad de precios, había conversado con EE.UU. la posibilidad de dolarizar Argentina para bajar el costo de financiamiento.
Argentina instauró la paridad entre peso y dólar -el famoso 1 a 1- durante los 90, un paréntesis en el que el país logró prácticamente erradicar la inflación, aunque ese sistema concluyó en forma traumática en 2002.
Desde entonces la inflación ha subido escalonadamente, con una dinámica propia respecto del efecto de la guerra en Ucrania. Las expectativas se acercan al 60 % en 2022, por encima de lo que prevé el acuerdo que Argentina firmó el mes pasado con el Fondo Monetario Internacional.
«El debate (de la dolarización) está instalado por la preocupación de la gente, pero no veo que estén dadas las condiciones políticas para realizar las reformas estructurales para poder llevar a cabo ese mecanismo”, explicó Fernández, quien considera que la mayoría de la gente querría cambiar el peso por el dólar.
Sin embargo, entiende que ese «clamor» no se podría responder “salvo que se agrave la situación”, como en una hiperinflación.
A FAVOR Y EN CONTRA
Los argentinos ya utilizan el dólar para ahorrar y para las grandes transacciones, como la compra de propiedades. Están al tanto del tipo de cambio y son una de las sociedades que más billetes físicos atesora como parte de los más de 200.000 millones de dólares que mantiene fuera del sistema financiero local.
La pregunta es si aceptarían una dolarización plena.
A Silvia Delfino, un ama de casa de 68 años, la idea de dolarizar le parece “correcta porque el peso no vale nada” y recordó que la economía ya está dolarizada: “Si compro un auto, para saber el valor, lo hago al revés, lo paso a dólares para saber cuánto estoy gastando. Hasta cuando compro un pantalón, lo paso a dólares”, contó a Efe: “Le doy el valor a las cosas por los dólares, no por los pesos”.
Hugo García, un jubilado de 73 años, agregó: “Si podemos tener una moneda fuerte, bienvenida. Ojo, puede ser el dólar, el euro también. El oro como moneda. Para que la gente se afirme en algo seguro”.
En cambio, para Agustín Sebastian, un productor musical de 26 años, “tiene que haber alguna otra manera”.
Y Silvia Garfunkel, una artista visual de 62 años, coincidió que “decididamente” no le parece bueno dolarizar porque considera que es “perder total soberanía” sobre la emisión de moneda y no resuelve la inflación: “Lo atribuyo a pujas ideológicas” de sectores que quieren instalar una idea “que le funciona a ellos”.
DOLARIZAR «DE HECHO»
Varios son los argumentos técnicos de economistas que indican que Argentina no podría, o no le conviene, dolarizar como lo han hecho, por ejemplo, Ecuador o El Salvador.
Para Fernández, “políticamente no están dadas las condiciones”, porque “para que sea una dolarización sostenible en el tiempo” se requieren reformas estructurales «creíbles» para bajar el gasto público a la mitad, al 20 % del producto interno bruto (PIB), y que se financie con impuestos comunes renunciando a la emisión de deuda y de moneda local.
Lo que sí previó Fernández es que, si no se consigue controlar la inflación, el dólar va a continuar reemplazando al peso en transacciones cada vez más simples.
“Sí puede ocurrir una dolarización de hecho”, estimó Fernández, pero “con todos los costos para Argentina que eso significa”, porque no estaría participando del señoreaje ni de los mercados internacionales, en tanto debería afrontar el costo de los aviones para recambiar los billetes por el deterioro.
Con información de Agencia EFE