En la nota que escribo a mitad de semana, tengo a bien apreciados lectores, proponerles como invitado a Abraham Yehoshua, un judio nacido en el siglo pasado pero más acorde con el avance del pensamiento de la intelectualidad israelita del siglo XXI. Yehoshua murió en su Jerusalem un par de días atrás.
Confieso que más motivado estoy a escribir sobre este veterano de la guerra del Sinaí por sus ideas de la convivencia y de la paz, que por sus finas dotes como escritor. Si efectivamente, se trata del historiador y profesor de literatura hebraica Abraham Yehoshua. Su aspiración de ver una nación con dos pueblos bajo un mismo cielo, hasta nuestros días no pareciera tener más futuro que la hipotética edición de una novela escrita por un judío y un árabe.
Esa aspiración, ese sueño se convirtió en un leit motiv de su vida. Este artista nacido en Jerusalén en el año 1936, tierra de oriente medio donde dia tras dia y durante los últimos setenta años continuamente se escuchan los sonidos de los fusiles que disparan balas cargados de pólvora y también de rabia que se disparan mutuamente árabes e israelitas (hijos de una misma tierra).
Abraham Yehoshua emite un grito el cual se pierde en la árida tierra de los desiertos de la Palestina, pidiendo que Tierra Santa sea él un ejemplo donde dos de las tres religiones monoteístas en perenne conflicto, sean de ejemplo de la convivencia, sin importar la diversidad de sus culturas. Abraham Yehoshua a través de su obra como por otros medios, ha siempre expresado su creencia de que ambos pueblos, los judíos y los musulmanes pudieran compartir unidos el amanecer, pero también el anochecer.
Cuando le preguntaron por su condición de pacifista dijo: si soy un pacifista pero si me atacan me defenderé, de modo que no sé si se me puede calificar como un verdadero pacifista, advertía, Por lo tanto, confieso que no niego la guerra
cuando la creo necesaria, al mismo tiempo declarándose optimista sobre el proceso de paz en Oriente Medio.
“Asumo el compromiso del reconocimiento de los palestinos como un pueblo igual al pueblo israelí, y con derecho a la autodeterminación. Sí, estoy por el reconocimiento de los derechos y la autodeterminación del pueblo palestino. Tenemos un futuro común. No hay otra solución”.
Otras posibilidades son peligrosas y terribles, porque existe el fanatismo islámico y el judío”. Mi esperanza es sólida y positiva en favor de la paz, repetía. Creía que la paz se impondría en Oriente Medio y que a pesar de que el ejército israelí fuera la fuerza ocupante en Gaza y Cisjordania, la sensatez imperaría y los dos
pueblos podrían convivir.
Este inquieto intelectual, quien comenzó a escribir después de los 40 años, su obra tenia como objetivo que judíos y árabes convivieran en santa paz. Durante mucho tiempo luchó por «dos pueblos, dos estados»; al final había llegado a la conclusión de que sólo podía haber un estado, Israel, en el que los palestinos deberían tener todos los derechos, incluido el derecho a ir al gobierno. Quizá una utopía, por la que se había peleado con su amigo Amos Oz, con quien durante toda su vida cenaron juntos una noche a la semana, hasta que la diversidad de posiciones sobre el futuro político de los árabes en Israel los
alejó, volviéndose a encontrar posteriormente.
Nuestro invitado de hoy había combatido en la Guerra del Sinaí en 1956. Era Moshé Dayan quien comandaba y a quien Abraham Yehoshua estimaba mucho: Era el verdadero primer ministro, decía refiriéndose al general Dayan. Golda Meir, quien era el primer ministro, sufrió por ello. El general Mosye Dayan, el del parche en el ojo izquierdo, impuso la paz con Egipto. Era un hombre con una formidable carga erótica.
Animado por la libido. gran guerrero, con un lado romántico: amante de la literatura, la arqueología. A las mujeres les encantaba. El parche negro en el ojo las volvía locas. Nunca he visto un personaje con esa características tan especiales como Moshe Dayan”. Así se expresaba Yehoshua de este histórico militar judío.
En cambio era todo lo contrario en relación a Benjamin Netanyahu, el primer ministro quien por más tiempo ha ejercido esa posición, lo fue durante 15 años en total, un periodo de 3 años y uno de 12, hasta el verano del año 2021, pero reconocía en él grandes cualidades: lo consideraba muy inteligente era un genio de la comunicación. Y por desgracia también un extraordinario manipulador.
El ex premier israeli tiene un hijo de 20 años que se pasa los días en las redes sociales sembrando discordia. Además decía, Netanyahu es un líder internacional. Somos un pequeño país de ocho millones de habitantes, y Netanyahu siempre está en la tele hablando en ruso con Putin, abrazando a presidentes estadounidenses, estrechando la mano de Modi (Primer ministro de la India), riendo con Xi-Pin.
Pero Abraham Yehoshúa, nuestro invitado de hoy, hubo una cosa que nunca le perdono: “Transmitió la idea de que solo un judío puede ser un verdadero israelí; algo que gusta mucho a los religiosos. Pero de esta manera humilló a los árabes israelíes”. Me permito sostener que con esta afirmación Yehoshua nos demostró su carga humana y lo consecuente que fue con su prédica.
En los últimos años, Yehoshua ya no creía en la paz. Creía en la sociedad: “Vivir juntos, bajo el mismo techo, bajo un mismo cielo. Seremos un solo estado, pero no un estado judío: abierto a los palestinos, incluidos los de Cisjordania. Amos Oz, su gran amigo, considerado como uno de los más importantes escritores contemporáneos en hebreo, no estaba de acuerdo, defendía la necesidad de un estado palestino, y una noche le dijo: “ Pero de esta manera terminaremos teniendo un primer ministro árabe y así nunca habrá integración!”. y entonces Yehoshua le respondió con una afirmación, que Amos consideró al inicio pueril, no así posteriormente: la integración se llevaría a cabo en el hospital. “Estamos desnudos en el hospital. Es el lugar del sufrimiento y de la intimidad”. Ya hoy los médicos árabes tratan a pacientes judíos, y los médicos judíos tratan a pacientes árabes”.
Ya en las postrimerías de su agitada vida, su idea era que Israel debería conceder unilateralmente la residencia, y luego la ciudadanía israelí a los palestinos en los Territorios. “Nunca habrá paz con tratados, firmas, banderas. Puede haber convivencia. Basta de apartheid. Tenemos que mezclar». Estaba convencido de que Israel tenía el problema opuesto al resto del mundo: un exceso de memoria. “En otros lugares tienes poco. Y agregaría por ejemplo, los pueblos latinos y africanos.
Tenemos demasiada. Los palestinos se pasan la vida quejándose de la Nakba, de la catástrofe, de la expulsión de su
tierra. Sueñan con el regreso. Guardan las llaves de la casa del bisabuelo. Llaves que ya no abren ninguna puerta. En lugar de la casa del bisabuelo hay un rascacielos o una tienda Apple. ¡Eso es suficiente! Pero también nosotros los judíos: todo es un amarcord. Las guerras. Los kibutz. El cuartel donde se hacinaban los colonos: “Hay que disminuir la intensidad de la memoria. Lo cual no significa olvidar; significa mirar las cosas que nos rodean. “Salgamos de la trampa”.
Abraham Yeshosua invita especialmente a la juventud a recuperar o adoptar el hábito de la lectura como método -quizás el único posible- para adquirir conocimiento y salir de las penumbras que la ignorancia viene aprovechada por intereses inconfesables, antes y ahora. No tenía grandes planes para el futuro: “Perdí a mi esposa, perdí a Amos, mi amigo y
contertulio. Yo también tengo que morir».
¿Qué hay en el más allá? «Nada. Afortunadamente. La muerte es muy importante. Un regalo que le hacemos a nuestros nietos: dejarles espacio. Raúl Ochoa Cuenca en Anfi del Mar el 16 de junio del año 2022.