Las catástrofes ocurridas entre 2021 y 2022 se cobraron la vida de unas 10.000 personas y tuvieron un coste de 280.000 millones de dólares, de acuerdo a un informe de Naciones Unidas, que señala que los desastres ambientales están conectados pero también las soluciones.
El informe “Riesgos de catástrofes interconectadas 2021/2022” (“Interconnected Disaster Risks 2021/2022”) elaborado por investigadores de la Universidad de Naciones Unidas analiza diez catástrofes ocurridas entre 2021 y 2022 en todo el mundo y en las que han influido factores económicos, políticos, sociales o ambientales.
“UN PROBLEMA GLOBAL MÁS AMPLIO”
Entre las catástrofes analizadas están: la ola de calor en la Columbia Británica (Canadá), el terremoto en Haití, el huracán Ida, las inundaciones en Lagos, incendios en el Mediterráneo, la inseguridad alimentaria en Madagascar, la sequía en Taiwán, la erupción del volcán Tonga, la desaparición de la vaquita marina y los elefantes errantes.
Según los expertos, estos eventos fueron seleccionados por su notoriedad y representación de un “problema global más amplio que ha cambiado o cambiará vidas en todo el mundo”, pero además, identifican las soluciones, que también están interconectadas y se pueden desarrollar para prevenir futuros acontecimientos o gestionar problemas de los ya acontecidos.
Asimismo, señalan que para entender las “condiciones subyacentes” que provocaron estos desastres, es necesario mirar “por debajo de la superficie” e identificar los factores que provocaron las catástrofes, y apuntan problemas como la deforestación o la urbanización.
Y ponen como ejemplo lo que sucedió en los “devastadores” corrimientos de tierra durante el terremoto de Haití, la formación de tormentas de arena en el sur de Madagascar y la sedimentación de los depósitos de agua en Taiwán.
Según el documento, la deforestación está causada por “los intereses económicos”, sin tener en cuenta las consecuencias ambientales, una causa fundamental definida como “infravaloración de los costes medioambientales”.
Sin embargo, destacan que los factores “impulsores” de las catástrofes están formados por “causas profundas compartidas”, como “los sistemas económicos o políticos”.
Desde la Universidad de la ONU, los investigadores recuerdan que “nadie es una isla. Estamos interconectados” y todas las acciones tienen consecuencias para la humanidad.
Por ello, a medida que aumenta la interconexión, también aumentan los riesgos que se comparten y para gestionar estos riesgos, es necesario “entender por qué y cómo están interconectados”.
Solo entonces se podrán encontrar soluciones adecuadas, porque el planeta afronta un nivel sin precedentes de acontecimientos extremos que “afectan a las personas -especialmente a los más vulnerables- y a la naturaleza”, con fenómenos cada vez más frecuentes e intensos, epidemias y catástrofes de origen humano.
SISTEMAS DE ALERTA TEMPRANA Y CONSUMO SOSTENIBLE
Entre las soluciones que se plantean en el documento, es la mejora de los sistemas de alerta temprana lo que habría reducido el número de víctimas mortales durante la ola de calor de la Columbia Británica, el tsunami del volcán Tonga y las inundaciones de Lagos.
Asimismo, instan a hacer un consumo de forma sostenible para reducir la presión sobre los ecosistemas y lograr una protección de peligros como las inundaciones de Lagos o Nueva York. Pero, además, conseguir preservar recursos de agua y los alimentos en épocas de escasez, como demuestran la desaparición de la vaquita marina y la sequía en Taiwán.
El informe que se puede consultar en https://interconnectedrisks.org/ plantea además reforzar la gobernanza para incrementar la capacidad de las instituciones y así desarrollar iniciativas que reduzcan el riesgo de desastres.
Para ello, dicen, es necesario dejar actuar a la naturaleza, incluyendo la “quema prescrita” para evitar los megaincendios en el Mediterráneo, restaurar los ecosistemas forestales para evitar la degradación de la tierra como en el terremoto de Haití, la sequía en Taiwán o la inseguridad alimentaria en Madagascar.
Asimismo, la regeneración de los ríos y arroyos urbanos y la aplicación de una planificación urbana que tenga en cuenta los riesgos para reducir inundaciones como con el huracán Ida.
Son, según los expertos de la Universidad de la ONU, “medidas que aprovechan los procesos de la naturaleza para reducir los peligros”.
La redistribución de los recursos entre generaciones, países y grupos de personas con distintas vulnerabilidades o solicitar la inclusión de partes interesadas que rara vez son escuchadas significará que algunos tendrán que compartir sus recursos más ampliamente de lo que hacen actualmente, concluyen.
Fuente: EFE