A punto de cumplir 85 años el próximo 27 de septiembre, el actor José Sacristán, Goya de Honor 2022, ha recibido este lunes el homenaje de la Academia del Cine Catalán y ha considerado que sería un «miserable» si pusiese «objeción alguna» a su actual momento personal y profesional.
En plenas representaciones en Barcelona de la obra «Señora de rojo sobre fondo gris», a partir de la novela de Miguel Delibes, ha afirmado: «La suerte me acompaña, la gente viene a verme y la salud, de puta madre».
En un acto junto al también actor David Verdaguer y antes de ahondar en cuestiones más personales, el de Chinchón ha querido resaltar y aplaudir que la Academia del Cine y la Academia del Cine Catalán organicen este tipo de actos, que esta tarde en Madrid -aunque a través de pantalla- se hará con Tomàs Pladevall, Gaudí de Honor-Miquel Porter 2022.
Con su mujer de espectadora, José Sacristán no ha rehuido que disfruta del «privilegio» de que el público preste atención a todo lo que hace, lo que comporta una «evidente y cuidada alegría de vivir», pero, al final, todo se reduce, ha precisado a «contar una historia».
«Hay un propósito que sigo disfrutando ahora, esa cosa ya de crío, de jugar a contar el cuento y que los otros se lo crean. Por encima de cualquier premisa, se trata de que haya algo que salga del bajo vientre, el jugar, y eso está y sigue», ha argumentado.
En estas más de seis décadas en las tablas, en todo caso, lo que echa de menos son los amigos desaparecidos, para los que ha querido tener un recuerdo, con alusiones a José Sámano o Fernando Fernán Gómez.
Apelando a la humildad, ha recalcado que la gente de la cultura y el espectáculo no son capaces aún de hacer cambiar la historia y, reivindicativo como siempre, ha manifestado que ésta sigue en manos de los del «tanque, el cristo, los que tienen la pasta de la tribu, lo que la tribu aplaude. Veremos lo que pasa ahora en las próximas elecciones de Italia», ha dicho.
A pesar de ello y de que solo se dedique al oficio de contar historias, Sacristán ha sentenciado: «El compromiso mío como actor no me debe eximir de mi compromiso como ciudadano, porque el ciudadano tiene derecho al compromiso».
«No somos -ha apuntado- los hacedores de la historia, sino los perecederos. Y a partir de esto, hay que tener la lucidez del perdedor. Eso es lo que tiene que tener el artista. Saber que te vas a morir rodeado de hijos de puta, pero salir cada día a librar la batalla de la dignidad, sabiendo que no vas a ganar la guerra».
Con críticas a los que «deciden invadir un país y bombardearlo», Sacristán se ha definido como un «optimista melancólico», porque en él hay «un optimismo a ultranza, por mi trabajo, por mi vida -ha dicho-, pero también hay una sensación de lo que vas perdiendo, de lo que pudo haber sido y no es».
Sin querer dar ningún consejo a los jóvenes actores que se incorporan ahora a la profesión, sin embargo, sí ha recomendado que todos los que apuesten por el oficio se miren al espejo cada mañana y piensen «si eso es lo que quieren» y de sugerir «trabajar, trabajar y trabajar» esperando que «la suerte te pille caminando».
Ha confesado que es un gran aficionado a las comedias norteamericanas de mediados del siglo XX, así como del western, y que a estas alturas de la vida cuando un director le pide que «para hacerlo bien lo pase mal», contesta que no, y recuerda lo que decía su amigo Alfredo Landa respecto a que «si no hay sardina, la foca no va».
El homenaje a José Sacristán en Barcelona culminará esta tarde, en la Filmoteca de Cataluña, con la proyección de la película, «El muerto y ser feliz», de Javier Rebollo, con una presentación previa del director de esta institución, Esteve Riambau, de la presidenta de la Academia del Cine Catalán, Judith Colell, y de la vicepresidente segunda de la Academia del Cine, Susi Sánchez.
Con información de Agencia EFE