Pasan los días y la tensión en el mundo del deporte iraní se hace mayor. Hoy se cumple una semana desde que la agencia de noticias de la República Islámica anunció que el futbolista Amir Nasr-Azadani había sido declarado culpable por el delito de “rebelión contra el Estado o un gobernante islámico”.
Este cargo, bajo la ley de la República Islámica, es castigado con la pena de muerte. Desde entonces poco se sabe sobre cuál será el desenlace para este hombre de 26 años que si bien puede apelar a su condena, no ha podido escoger su defensa, según ha expresado su familia. Permanece a merced de un defensor escogido por el sistema de justicia, tal como sucede con la mayoría de prisioneros condenados a la pena capital.
Desde la publicación de la noticia, decenas de jugadores activos y retirados de la liga profesional iraní han pedido a través de las redes sociales que se revoque la pena capital a este jugador que ha sido descrito como un hombre “reservado”, según uno de sus excompañeros.
Su carrera como futbolista profesional empezó en el 2014, cuando jugó por primera vez en la primera liga local. Desde entonces, ha pasado por algunos de los principales equipos, especialmente el Trator de la ciudad de Tabriz que cuenta con una de las más apasionadas aficiones del país. También habría integrado la selección nacional juvenil en su momento.
Azadani integra la lista de al menos 20 personas –según versiones recogidas por Amnistía Internacional– que estarían a punto de ser ejecutadas, aunque la justicia iraní solo reconoce que ha sentenciado a 11 personas a muerte. Dos de ellos han sido ejecutados públicamente. Se trata de Mohsen Shekari y Majidreza Rahnavard, ambos de 23 años. Shekari fue encontrado culpable de causar caos y de herir a milicianos con un cuchillo. A Rahnavard –colgado desde una grúa en la ciudad de Mashad– se le relacionó con el asesinato de dos milicianos.
Horas después de morir, la televisión pública iraní emitió la confesión de estos jóvenes que aceptaba estar implicados en los casos con los que se les relacionaba. Las confesiones forzadas están extensamente documentadas en Irán, decenas de exprisioneros han contado como son obligados a confesar delitos que no cometieron amenazados con decenas de argumentos, incluido la seguridad de su familia.
Con información de La Vanguardia.