Escuchar “Gloria a ti, Casta Señora / de mi pueblo bravo y fuerte/ que en la vida y en la muerte / ama y lucha, canta y ora”, eriza los pelos de la emoción a cualquier zuliano.
Se trata del coro de Gloria a ti, el himno de su Patrona, Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, la advocación con que se venera en el estado a la Virgen María, la que celebra con infinita fe y devoción cada 18 de noviembre desde hace 314 años.
Aunque hermosas gaitas expresan el inmenso amor por su milagrosa Chinita, como le llaman familiarmente, ninguna canción conmueve tanto al nacido en la región como la compuesta por Graciela Rincón Calcaño y con música de Adolfo de Pool para la coronación canónica de la imagen de la Virgen de Chiquinquirá el 18 de noviembre de 1942.
“Autóctona Virgen / de rostro bronceado / mi Lago encantado / te exorna los pies / con rizos y ondas / de armónico halago / y reina del Lago / te digan doquier”, dice su primera estrofa, la que dio origen también al calificativo de Virgen Morena.
La historia de la renovación milagrosa
“Al amanecer de un venturoso día de comienzos del siglo XVIII (…) una pobre, pero honrada y sencilla señora, de corazón recto y de costumbres puras (…) entretenida con varias compañeras en lavar ropa (a orillas del Lago de Maracaibo), tropezó fortuitamente con una pequeña tabla blanca y lisa, pero averiada, en la que nada llamaba la atención”, narra el hermano Nectario María en Historia de Nuestra Señora de Chiquinquirá de Maracaibo, Patrona del Zulia.
Prosigue el religioso francés de la Congregación Lasallista en su libro publicado en 1949: “Llevóla para la modesta casa donde vivía, propiedad de doña María de Cárdenas y ubicada en el número cinco de la calle que después se llamó El Milagro y que fue convertida luego en capilla”.
“Destinó la señora esta rústica tabla para servir de tapa de la tinaja del agua de su uso; pero, un día, habiéndola limpiado y lavado, advirtió que apareció en ella unos indicios de haber sido anteriormente una imagen religiosa y, a pesar de que no supiera de qué santo era ni descubriera silueta alguna de la efigie que antes tenía grabada, le dio la decorosa colocación en uno de los aposentos de su humilde casa”, sigue el texto del también historiador.
Más adelante, cuenta que “el martes 18 de noviembre de 1709 estaba la mujer entretenida, en los quehaceres de su oficio ordinario de molendera de cacao, cuando oyó distintamente los golpes que daba el cuadro en la pared de la cual colgaba (…) se encaminó hacia el cuadro y, con gran sorpresa, advirtió que se iluminaba y aparecía en él una imagen perfecta de Nuestra Señora de Chiquinquirá”.
Y continúa el hermano Nectario María: “No bien hubo observado esto, no pudiendo contener su emoción, corrió a la calle y exclamó a grandes voces: “¡Milagro! ¡Milagro!” Acudieron al punto los vecinos y, en compañía de la afortunada mujer, contemplaron con santo asombro y regocijo la vivísima luz que aún iluminaba la sagrada imagen y testificaron de su milagrosa renovación, ya que muchos de ellos la habían visto anteriormente en completo estado de deterioro, con apagados colores y confusos contornos”.
Hace referencia a que esa mujer tal vez fuera “una pobre y desconocida señora” que trabajaba como sirvienta de la señora María Cárdenas.
Una tablita traída por piratas
Se trataba de una tablita con la imagen de la Virgen de Chiquinquirá que trajeron a Maracaibo “¡unos piratas!”, según publicó el doctor Aniceto Ramírez y Astier en su artículo El retablo milagroso, publicado el 17 de noviembre de 1942 en el diario Panorama, según unos documentos privados que había leído sobre el tema, reseña el religioso lasallista en su libro.
Estarían “identificados en la relación que se da de la invasión y ataque de los fieros piratas a la ciudad de Maracaibo”, señala Ramírez y Astier.
“En las varias refriegas que debieron ocurrir entre los mismos bandidos por la repartición del cuantioso botín, acaso hubo de caer al agua en la bahía de la ciudad la tablita y sabe Dios cuánto tiempo estaría flotando hasta que lograron verla las viejecitas de que habla la tradición”, añade en su artículo, citado por el hermano Nectario María.
Relataban los documentos, según el religioso, “que la imagen de Nuestra Señora de Chiquinquirá había sido traída a Maracaibo en un bergantín perteneciente a unos piratas, quienes la habían robado en una iglesia de las costas de Nueva Granada (hoy Colombia)”.
“Se ignora cuánto tiempo estuvo el milagroso cuadro de Nuestra Señora de Chiquinquirá sobre las aguas del Lago o perdido en las orillas donde los arrojaron sus olas, pero lo cierto es que su larga exposición a la intemperie y la acción del agua borraron casi completamente la primitiva pintura, despareciendo los tintes del dibujo, quedando solamente visibles unos confusos rasgos que ni siquiera permitían la identificación del cuadro primitivo”, asegura.
Tal como lo detalla el autor de Historia de Nuestra Señora de Chiquinquirá de Maracaibo, Patrona del Zulia, la milagrosa tablita, de 26 centímetros de ancho por 25,3 centímetros de largo, tiene una pintura al óleo que “es copia muy aproximada a su original, que se venera en el pueblo de este nombre de la República de Colombia”.
“Causa extrañeza el hecho de que hayan exornado la superficie del cuadro, principalmente todo el rededor de la imagen de la Santísima Virgen, con estrellas y cinta dentellada de oro finísimo”, destaca.
Se trata de la tablita ante la que centenares de devotos zulianos, y también de otros estados y países, rezan a diario, desde el domingo 17 de octubre de 1858, en su nicho ubicado en el altar mayor de la iglesia de Nuestra Señora de Chiquinquirá y de San Juan de Dios, en el centro de Maracaibo, Basílica Menor desde 1921 y convertida en Santuario Mariano del Zulia desde 2008.
Tras la milagrosa renovación fue trasladada la tablita desde la vivienda de María de Cárdenas a la ermita de San Juan de Dios.
“La Virgen fue llevada por dos caballeros. Acompañaba numerosísima concurrencia, presidida por el clero, el gobernador y muchas personas notables que seguían procesionalmente; pero, al doblar una de las esquinas que se encontraba en la carrera del templo parroquial, el cuadro adquirió un peso tal que ninguna fuerza humana podía levantarlo”, relata el hermano Nectario María.
Continúa: “Después de muchos ruegos al Cielo y tiernas súplicas a la Virgen, y haciéndose ya tarde, uno de los presentes exclamó en alta voz: ‘Tal vez, la Virgen prefiere ir a la iglesia de San Juan de Dios y no a la parroquial a donde la quieren llevar”.
“Esto se tomó como inspiración divina: la procesión cambió de rumbo y el cuadro recuperó su peso natural”, concluye el relato del episodio.
Unos 314 años después
A 314 años de la renovación milagrosa de la imagen de la Chinita los zulianos mantienen intacta su fe y devoción a su milagrosa Patrona.
En 1977, monseñor Domingo Roa Pérez, entonces arzobispo de Maracaibo, expresó: “El nombre y devoción a Nuestra Señora de Chiquinquirá están unidos al Zulia (…) como su historia misma”.
“Cantada por los poetas, ensalzada por los artistas y bendecida por las almas favorosas e invocada por los atribulados, Nuestra Señora de Chiquinquirá viene a ser como la estrella polar que guía los destinos de este pueblo creyente”, escribió el prelado en la carta al hermano Nectario María en la que aprueba la tercera edición de su libro.
Añadió: “Ningún acontecimiento, por grande e importante que sea, pudo jamás movilizar las multitudes delirantes que cada año trae en pos de sí esta sagrada imagen”.
Y así sigue sucediendo, cada 18 de noviembre, en su fiesta principal en la Basílica y en su plazoleta, así como el último domingo de octubre en su Bajada y el primer domingo de diciembre en su Aurora, otras dos celebraciones desde las últimas décadas.
Al final de su libro, el hermano Nectario María recomienda “a todos los hijos del Zulia, cualesquiera sea su edad, condición, sexo y aún religión, que sean siempre fieles devotos de la Santísima Virgen, bajo su advocación de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá”.
“Si lo hicieren, Ella, que la omnipotencia suplicante: Ella, que puede, por gracia, lo que Dios por naturaleza, les alcanzará del Todopoderoso la gracia insigne de su eterna salvación”, adiciona el religioso lasallista.
Con información de La Verdad