La democracia se encuentra globalmente amenazada. Según Freedom House, el deterioro de las libertades ha sido constante en los últimos 15 años, con países autoritarios como China promoviendo modelos alternativos de control social y crédito social apoyados en tecnologías como big data y fake news.
Frente a este panorama, el caso de Taiwán resalta como un faro de esperanza. Esta isla de 23 millones de habitantes ha desarrollado en las últimas décadas una vibrante democracia de avanzada que le ha permitido crecer económicamente incluyendo a toda su población.
Con 30 años ininterrumpidos de elecciones libres y sufragio universal, Taiwán se consolida como la democracia más antigua de Asia. A esto se suma su exitosa adaptación al siglo XXI a través de la «e-democracia», con innovaciones como la votación electrónica y políticas activas contra la desinformación en redes sociales.
Este pequeño país ha sabido fortalecer sus instituciones democráticas incluso bajo la constante amenaza militar y diplomática de China. De hecho, Taiwán marca el contraste con su poderoso vecino: misma cultura y población, pero con sistemas políticos radicalmente opuestos.
En el contexto global, la exportación de la democracia se plantea como un desafío monumental. Sin embargo, un caso paradigmático que emerge con fuerza es el de Taiwán. Esta nación insular ha logrado erigirse como un ejemplo único en la evolución de la democracia, particularmente en su adaptación al siglo XXI con el desarrollo de la e-democracy, también conocida como democracia digital.
¿Qué convierte a la democracia taiwanesa en un modelo de exportación? Los datos son claros: a medida que el mundo enfrenta un deterioro de la democracia, con un incremento en las tensiones políticas, la desinformación y la erosión de las instituciones, resulta cada vez más evidente la necesidad imperante de reforzar y renovar los cimientos de la democracia. La amenaza de la distopía no es una exageración; numerosos países corren el riesgo de sucumbir a modelos de control social como el impuesto por China.
Taiwán se yergue en esta vorágine como un baluarte de esperanza. A pesar de las constantes amenazas por parte de China, esta nación ha sabido no solo resistir, sino también prosperar gracias a una democracia de vanguardia. La adaptación de herramientas digitales en su sistema democrático ha permitido un nivel de participación ciudadana sin precedentes. La transparencia en el gobierno, la consulta popular y la inclusión de la población a través de la tecnología han sido piedras angulares en este proceso.
La lección que Taiwán puede dar al mundo es que la democracia, lejos de haber caducado y ser un sistema retrogrado y un obstáculo, potencia el desarrollo económico y bienestar de la población si se sabe reinventar.
Es crucial resaltar que, gracias a esta democracia avanzada, la prosperidad se ha extendido a lo largo y ancho de la población taiwanesa, convirtiéndola en un ejemplo de cómo una democracia robusta puede impulsar el bienestar colectivo. El tejido democrático de Taiwán no solo ha resistido las presiones externas, sino que ha evolucionado y se ha fortalecido, ofreciendo así un modelo a seguir en un mundo que clama por una renovación democrática. En un panorama donde la estabilidad y la libertad mundial se tambalean, el caso de Taiwán se erige como una demostración elocuente de que la adaptación a las exigencias del siglo XXI es posible sin comprometer los valores democráticos fundamentales.
Taiwán ha sostenido 30 años consecutivos de elecciones abiertas, competitivas y transparentes para elegir tanto al presidente como a los representantes legislativos. Desde 1996, el sufragio universal para elegir al presidente mediante voto directo se ha consolidado, reflejando una participación electoral que ronda el 75%, marcando un compromiso cívico sin precedentes en Asia. Freedom House ha calificado estas elecciones como «libres y justas», situándolas entre las mejores evaluadas en Asia y el mundo.
Taiwán ha implementado iniciativas innovadoras de democracia participativa, como el presupuesto participativo y consultas populares vinculantes para reformas fundamentales. En 2019, se asignaron 27 millones de dólares a proyectos surgidos de la ciudadanía, y el referéndum sobre el matrimonio igualitario en 2018 atrajo a más de 10 millones de votantes.
La adopción pionera del voto electrónico ha elevado la participación de los jóvenes a más del 70%. La plataforma de votación digital es una de las más seguras y auditadas a nivel mundial. Además, Taiwán ha establecido el primer centro gubernamental en Asia contra las noticias falsas, capacitando a la población para identificar la desinformación y colaborando con empresas tecnológicas para combatirla.
Taiwán, ocupando el puesto 25 en el Índice de Percepción de Corrupción a nivel mundial, lidera en Asia con su Ley de Transparencia Gubernamental. Además, ha implementado una plataforma digital de «Presupuesto Abierto», permitiendo a los ciudadanos monitorear el gasto público.
Categoría | Taiwán | Venezuela |
Índice de democracia (The Economist Intelligence Unit) | Puesto #24 global | Puesto #143 global. (Cuba e Irak ocupan el puesto 142) |
Elecciones libres | ||
Libertad de prensa (Reporteros Sin Fronteras) | Puesto #42 global | No hay libertad de prensa. Puesto #148 global |
Tortura (Amnistía Internacional) | No hay evidencia | Evidencia sustancial de tortura sistemática. La tortura en Venezuela ha sido denunciada ante la Corte Penal Internacional | |
Corrupción (Transparencia Internacional) | Puesto #25 menos corrupción a nivel global | Puesto #177 uno de los países con más corrupción a nivel global |
Pobreza (% de la población) | 1.3% | 87% |
Venezuela está así en el grupo de países con los peores desempeños democráticos del mundo, sólo por encima de naciones sumidas en dictaduras y conflictos como Corea del Norte, Siria y República Democrática del Congo. Su declive democrático en las últimas dos décadas la ha llevado a los últimos lugares en los rankings internacionales de institucionalidad y libertades políticas.
En contraste, Taiwán ha seguido una trayectoria opuesta. De ser una dictadura de partido único en las décadas de 1950-1980, evolucionó hacia un sistema pluralista y competitivo, consolidando su democracia en las últimas décadas. Hoy ostenta 30 años ininterrumpidos de elecciones libres y se posiciona entre las democracias más vibrantes y avanzadas de Asia, adaptando innovadoramente sus instituciones a las herramientas digitales del siglo XXI. El caso de Taiwán ejemplifica cómo la determinación de una sociedad de profundizar sus derechos y libertades puede conducir por la senda democrática incluso en contextos desafiantes.
En un mundo donde las democracias enfrentan desafíos cada vez más complejos, el caso de Taiwán emerge como una luz resplandeciente al final de un túnel sombrío en donde solo se erosionan las libertades. A lo largo de tres décadas, este país ha demostrado que la democracia, lejos de ser un ideal distante, puede ser tangible, innovadora y resistente incluso en medio de las presiones externas y los embates de un entorno geopolítico hostil.
El viaje de Taiwán hacia una democracia innovadora y próspera no solo representa un modelo a seguir para naciones con sistemas democráticos establecidos, sino es una gran inspiración para aquellos que buscan un camino para la restauración y el fortalecimiento de los pilares esenciales de la libertad. En un mundo donde las sombras autoritarias amenazan con oscurecer los fundamentos de la democracia, Taiwán se alza como un sólido y poderoso ejemplo de que la libertad, la innovación y el compromiso cívico pueden ser los pilares de un futuro más próspero y luminoso para todos los habitantes de nuestro «hogar giratorio», ese tesoro celeste que nos brinda vida, bienestar y continuidad: el planeta Tierra.
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