Rigoberta Menchú señaló “La democracia no es una meta que se pueda alcanzar para dedicarse después a otros objetivos; es una condición que sólo se puede mantener si todo ciudadano la defiende” ¡Nada más cierto!
El Siglo XXI ha sido especialmente arisco contra las democracias, el denominado Nuevo Orden Mundial es una oda a regímenes tiránicos, teocracias, democracias decadentes. El BRICS es la mejor demostración, un enjambre de países con estas características liderados por China y la Unión Soviética… ¡Sí, la Unión Soviética! porque no solo su clase política se ha sostenido en el poder, sino que con Putin ya no hay diferencia.
Por otro lado, se asoma Bukele en El Salvador, violando flagrantemente la Constitución de su país en varios actos de gobierno, sin embargo, los habitantes de ese país salivan cuando oyen su nombre, alcanza una popularidad increíble, superior al 80%, de hecho, es el presidente más apoyado en todo el planeta.
La gran pregunta ¿Puede lo jurídico estar por encima de lo legítimo? el problema es que lo jurídico es muy amplio y ambiguo, mientras lo legítimo no tanto, nos explicamos. Por ejemplo, en Nicaragua, Ortega ha desinstitucionalizado al país, ahora el derecho positivo, la ley toda, proviene enteramente de sus caprichos, de sus intereses retencionistas de poder, a pesar que su popularidad es casi nula, pero “la ley” vigente lo ayuda a sostenerse, mismos casos en las vejadas Cuba y Venezuela.
Las democracias deben adaptarse, crear mecanismos realmente efectivos de control, que protejan la institucionalidad, los recursos públicos ¿Qué ocurre si un gobernante es tremendamente eficaz, pero la ley limita su permanencia en el poder? El mismo Bolívar infirió lo tremendamente dañino que resulta dejar permanecer largo tiempo un hombre en el poder, es el origen de la usurpación y la tiranía aseguró, pero dos siglos después ¿Es aún válido ese planteamiento? En la inmensa mayoría de los casos si, como los arriba mencionados, pero hay excepciones.
El tema de la confianza política en el que se basan algunos sistemas parlamentarios pudiera darnos luces, el primer ministro (presidente en esos sistemas) detenta el poder hasta que el parlamento le retira su apoyo, pudiendo se un año o muchos más. Esto podría ser una salida, por ejemplo, al fenómeno Bukele quien ha llevado a su nación a una era dorada. Sin embargo, lo fundamental en esta relación de confianza política es la institucionalidad, es decir, el apego a la ley, a la profesionalización, a la imparcialidad de las instituciones del Estado.
Sea como sea, la legitimidad está perdiendo su batalla, se impone la ley, lamentablemente, la ley es la ley aunque tenga orígenes truculentos, leoninos, oscurantistas. Otro secreto bien guardado en las democracias son las minorías, ellas pudieran llevar las riendas de control, por ejemplo, crear un mecanismo para que entre las minorías parlamentarias provenga la designación del contralor general de la república, ello aseguraría un contra peso contra las mayorías, mayorías que siempre quieren pasar aplanadora.
Lamentablemente, en Venezuela la estructura institucional está controlado absolutistamente por el chavismo, por eso, pese a su abrumador rechazo, luce anclado al poder. Las prioridades del chavismo distan a las necesidades reales y sentidas (libertades y derechos) de la población, prácticamente, estamos en una lucha de ciudadanos contras las instituciones que deberían ser del Estado, pero están a merced de psuv. @leandrotango