Manuel Ramón Nelson Chirino, de 94 años, conocido como el último patiquín de Maracaibo, atraviesa un momento difícil por su delicado estado de salud y avanzada edad.
Actualmente, se encuentra recluido en el Hospital Coromoto, administrado por Pdvsa, donde a sus familiares les preocupa la demora para practicarle un estudio gastroscópico que ayudaría a identificar el origen de un sangrado intestinal.
Durante muchos años, Nelson Chirinos ha sido una figura elegante, vistiendo sus mejores atuendos en la Plaza Baralt de Maracaibo.
Su historia está estrechamente ligada a la Tierra del Sol Amada, arraigándose en ella a lo largo del tiempo, siendo reconocido tanto por habitantes locales como forasteros como el Último Patiquín de la capital del estado Zulia.
Este ciudadano, nacido en Dabajuro, estado Falcón, se encuentra en una situación complicada debido a su delicada salud y su longevidad a los 94 años.
Lleva ya ocho días ingresado en el principal hospital de la industria petrolera del Occidente venezolano.
«No nos podemos quejar. Está muy bien atendido, excepto algunas fallas de suministro de medicamentos que es un poquito lento. No reponen el inventario inmediatamente, pero lo hacen. Y eso es lo importante hermano», aseguró su hijo periodista Winael.
Historia
Manuel Ramón Nelson Chirino es descendiente de madre larense y padre trinitario, él y sus numerosos hermanos llegaron al Zulia debido a la actividad petrolera que atrajo a trabajadores de diversas partes del mundo, siendo integrados a esta tierra bendita y obteniendo, de alguna manera implícita, un certificado de zulianidad.
En Maracaibo, este icónico personaje de la Plaza Baralt trabajó como enfermero por más de cuatro décadas en varios hospitales, desde el IVSS, Hospital Central, Hospital Universitario y finalmente en el Hospital Adolfo Pons, donde se retiró a los 65 años.
Posteriormente, continuó ejerciendo como practicante de medicina en la Plaza Baralt, siendo reconocido por su elegancia como el Último Patiquín de Maracaibo.
Según relata Willy, otro de sus hijo, todos los días su papá llegaba a la Plaza Baralt «ataviado de sombrero, chaleco o paltó con corbata combinada a su vestimenta a pesar del calor que hace en Maracaibo, pero para él no era motivo de dejar la elegancia a un lado…siempre como un “patiquín”.
«No repetía combinaciones, ¡mi alma! todas eran diferentes, ropa elaborada por sastres a la medida. De toda la colección, hoy en día conserva doce sombreros a los cuales les cambia las cintas para combinarlos con el pantalón o camisa y, un sin fin de estas prendas, que aún usa sin perder el glamour, destacando también el brillo y pulcritud en sus zapatos».
Con información de La Verdad