Monseñor Roberto Lückert, un hombre que es definido por sus allegados como un “maestro, padre y pastor”. Su partida física, sin duda, representa un vacío entre quienes fueron allegados a él, pero también deja el alivio de saber que su sufrimiento terminó.
Sus restos reposaron este lunes 17 de junio en la Catedral Metropolitana de Maracaibo. A las 10.15 de la mañana, fueron trasladados sobre los hombros de los Servidores de María hasta la Basílica Santuario de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, en el centro de Maracaibo, en una procesión que se dio bajo un sol radiante, con la presencia de la réplica de la Chinita y parte de la banda Rafael Urdaneta.
Durante la caminata, el Diario La Verdad conversó con Laura Lückert, sobrina del arzobispo emérito de Coro. Para ella, el monseñor marabino representaba una figura paterna.
“Incluso en este momento que ya partió, era mi padre. Para mí no era monseñor, era mi tío. Todo lo que soy se lo debo a él (…) El pilar de nuestra familia se fue. Queda un montón de recuerdos y enseñanzas que vamos a seguir transmitiendo a los familiares más pequeños que no tuvieron la oportunidad de estar cerca de él”, comentó con ojos llorosos.
A voz de su sobrina, el religioso era un hombre con principios, que tenía con una gran capacidad de no quedarse callado ante lo que consideraba que estaba mal, reclamaba sobre asuntos así no fuesen su competencia. “Era un hombre muy justo”.
Entre sus recuerdos más preciados con monseñor, están las enseñanzas y huellas que dejó en sus vidas. Además de su jocosidad característica y su personalidad extrovertida.
“Él siempre decía, ‘se puede ser pobre, pero no hediondo’. Eran cosas como muy jocosas que las vivíamos como familia, pero siempre el hablar bien, el prepararme, el estudiar, el vestirme bien para la ocasión, el ser prudente. Eso lo aprendía desde su imprudencia porque a veces no me hacía pasar buenos ratos -dijo con una sonrisa-, pero el siempre estar preparada para toda ocasión”, recordó con nostalgia la joven mientras caminaba.
La partida del prelado, representa para su familia “un dolor muy grande”. Sin embargo, se consuelan en que su sufrimiento llegó a su fin.
“Después de tantos días de agonía, a mí me complace mucho que ya esté descansando, que esté en el lugar que sé que se merece. Esta despedida es lo mínimo que se merece”, expresó Laura Lückert.
Llegada a la Basílica
Tras la procesión, en las afueras de la Basílica se encontraba parte del clero de la Iglesia venezolana. Las autoridades municipales y regionales también esperaban la llegada de las exequias de Lückert, entre ellas, estaba Manuel Rosales, gobernador del Zulia; Iraida Villasmil, presidenta del Consejo Legislativo del Estado Zulia (Clez); el alcalde de Maracaibo, Rafael Ramírez Colina; y el alcalde de San Francisco, Gustavo Fernández.
Monseñor Roberto Lückert no solo dejó huellas entre su familia, sino también dentro de la Iglesia venezolana, en especial la marabina. El presbítero Eduardo Ortigoza, vicario episcopal para la Educación y la Cultura de la Arquidiócesis de Maracaibo, quien estaba entre los que esperaban el cuerpo de monseñor en el santuario mariano, mencionó que el prelado fue un “maestro”.
“En la Arquidiócesis de Maracaibo, también en la Diócesis de Cabimas y en la Arquidiócesis de Coro, podemos decir que monseñor Lückert fue un maestro y un padre espiritual. Se dedicó a la formación de las futuras generaciones de sacerdotes. Yo lo conocía siendo yo un adolescente, y de alguna manera, su espíritu, su forma de ser y su personalidad nos motivó a muchos a seguir en la vida sacerdotal”, indicó.
En palabras del también rector de la Universidad Católica Cecilio Acosta (Unica), el prelado era un hombre “profundamente regionalista” y, sobre todo, buscador de la práctica de la justicia y de la responsabilidad.
Manifestó sentirse “un poco huérfano” tras la partida de monseñor Roberto Lückert. Sin embargo, también está aliviado porque el sufrimiento del arzobispo emérito de Coro se terminó luego de dos años de verse “golpeado” por las enfermedades.
Por otra parte, el presbítero José Domingo Alvarado, párroco de la iglesia Santa Inés y exvicario de la Basílica, manifestó que monseñor Lückert para él fue un “padre y pastor”.
“Yo nací en El Saladillo, cerca de la Basílica, y lo tuvimos de párroco en dos períodos. Siempre fue ese sacerdote cercano, ese amigo, ese papá que nos corregía, nos aconsejaba, se sentaba a confesarnos. Gran pastor”, declaró.
El sacerdote católico afirma vivir la partida de Lückert “desde la fe”. Asegura tener la certeza de que Dios le premiará por todas las obras y enseñanzas que dejó.
“No solo lo conocí de joven, sino que también de sacerdote. Tuve la oportunidad de celebrar con él las eucaristías, de conversar y hablar con él sobre temas del Zulia, de política. De verdad que era un hombre santo y muy sabio”, definió.
La eucaristía, presidida por monseñor José Luis Azuaje, inició. Durante la homilía, el arzobispo de Maracaibo definió a Lückert como “un servidor”.
Las bancas de la Basílica se llenaron, y todos los feligreses escuchaban con atención lo que decía monseñor Azuaje, quien dio un breve recorrido por la vida y obra del arzobispo emérito de Coro.
Fuente: La Verdad