Se nos ha ido un gran Pastor. Por Iraida Villasmil

El Zulia y estoy segura que gran parte de Venezuela siente con profunda tristeza la partida del Monseñor Roberto Lückert, ya que con su despedida de este mundo terrenal y llegada al cielo, se nos ha ido un maravilloso Pastor, un hombre que a lo largo de su vida fue fiel a sus tradiciones zulianas, con su carácter jocoso y típico de nuestra región.

«Roberto de Coro», se denominaba él mismo ante su feligresía a quién le dió todo su amor y vida pastoral durante 35 años. Lückert fue un personaje que mantuvo siempre su conexión con el pueblo zuliano a pesar de toda la realidad que lo mantuvo alejado durante un largo período, siempre se sentía muy presente entre su gente y sus afectos, a quienes acompañó en celebraciones familiares y hasta en momentos difíciles donde necesitábamos de su presencia, Monseñor era uno más entre nosotros.

Su mayor magisterio lo desarrolló en Coro, donde por sus grandes méritos sacerdotales por más de 30 años lo llevaron a ser el primer Arzobispo de la Arquidiócesis de esa jurisdicción en el estado Falcón.

Monseñor marcó a toda una generación fundada en decir la verdad, jamás se quedó callado ante las injusticias o el mal proceder de cualquier situación. La voz de Lückert siempre fue como el relámpago del Catatumbo, iluminando absolutamente todo y con su gallardía que era capaz de enfrentarlo todo sin ningún tipo de dubitación ante el momento que fuese pertinente asumir una posición o una argumentación política con total franqueza y claridad meridiana. Fue el hombre del altavoz eclesiástico, comprometido con su sacerdocio y con su país.

Recuerdo muy bien a ese hombre de majestuosa fe decirnos desde el púlpito, entrevistas y artículos que por la verdad murió Cristo, y que por mucha dificultad que hubiera en el camino había que decirla sin pelos en lengua. Avanzar ante la dificultad y tener una fe firme de sabernos hijos de Dios y por lo tanto nunca abandonados por él.

Para mí fue un privilegio poder levantar el teléfono en infinidades de oportunidades para pedirle un consejo, una orientación o una guía en medio de tanta calle por la que transitamos en los inicios de siglos y siempre Monseñor Lückert estuvo allí, a mi lado y al lado de quienes lo necesitaban.

Nunca dejó de llamar a aquellas parejas que bendecía con el matrimonio, algo que me asombraba por esa cercanía que mantenía con todos, al igual que podría decir que fue el Monseñor de las cárceles porque siempre estuvo presente en apoyo a los reclusos y a todo aquel que necesitara de su ayuda.

Gracias al gesto del gobernador Manuel Rosales, de rendirle homenaje en sus últimos años con ese reconocimiento por toda una trayectoria, tuvimos la dicha de compartir con Monseñor luego de su regreso al Zulia, donde nos expresó en esos momentos de felicidad que anhelaba que este estado volviera a ser un territorio que brillara para toda Venezuela.

Monseñor con su partida nos deja hoy una tristeza y un vacío difícil de llenar, por su audacia, por su forma decir la cosas y de interpretar la realidad, pero a pesar de eso estoy convencida de que perdiendo a un maravilloso Pastor, también hemos ganado un gran intercesor ante la mirada de Dios, que sin duda alguna ya debe estar haciendo sus movimientos estruendosos en el cielo y recordando el compromiso que tenemos este 28 de julio con nuestro país.

Es por eso que estoy más que segura de que desde el cielo nos bendecirá, nos protegerá y nos echará la ayudadita para que Papá Dios abra todos los caminos para la Venezuela del futuro.

Muchísimas gracias por todo mi querido Monseñor Roberto Lückert León, siempre lo llevaremos en nuestros recuerdos y corazones.

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