La hipótesis de que algunas formas de demencia, incluyendo el Alzheimer, podrían estar relacionadas con infecciones microbianas está generando un cambio significativo en la comprensión de estas enfermedades cerebrales. Este nuevo enfoque sugiere que condiciones tradicionalmente consideradas irreversibles podrían, en realidad, ser tratables. Investigaciones recientes han mostrado un entramado de conexiones entre microorganismos —bacterias, hongos y virus— y el deterioro cognitivo, lo cual abre nuevas posibilidades terapéuticas.
Un ejemplo destacado es el caso de Nikki Schultek, quien, a sus 30 años y tras completar una media maratón, sufrió un grave deterioro cognitivo. Madre de dos niños pequeños, temía no vivir para ver su crecimiento. Según recordó en una entrevista, esta experiencia fue devastadora. Un diagnóstico reveló que la bacteria Borrelia burgdorferi, la causante de la enfermedad de Lyme, había invadido su cerebro. Después de recibir tratamiento con antibióticos, su condición mejoró, aunque esta bacteria es conocida por ser complicada de erradicar en el tejido cerebral.
Schultek, ahora investigadora, fundó la Iniciativa del Patobioma del Alzhéimer (AlzPI), que incluye científicos de instituciones reconocidas. Su investigación cuestiona la creencia de que el cerebro es un entorno estéril; de hecho, se ha descubierto que los cerebros humanos albergan una diversidad de microorganismos. Richard Lathe, biólogo molecular, señala que en los últimos años se ha constatado que el cuerpo humano no es estéril y que existen hasta 100,000 especies diferentes de microorganismos presentes en el cerebro.
Estudios recientes han identificado patógenos como las bacterias Staphylococcus y Streptococcus, así como los hongos Cryptococcus y Candida en pacientes con Alzheimer. Además, se ha encontrado el virus del herpes simple tipo 1 y la bacteria Porphyromonas gingivalis en estos cerebros. Los investigadores han planteado que a medida que se envejece y el sistema inmunológico se debilita, más microorganismos logran infiltrarse en el cerebro, donde pueden inducir la formación de placas beta-amiloides, las cuales son tóxicas para las neuronas y están asociadas con el Alzheimer.
Las rutas de acceso de los microbios al cerebro son diversas. Estos pueden utilizar células del sistema inmune para introducirse, aprovechar pequeñas fisuras en la barrera hematoencefálica, o entrar a través de los nervios nasales y bucales. Estudios recientes han demostrado que algunos patógenos pueden alcanzar el tejido cerebral desde la cavidad nasal.
Existen evidencias de que tratamientos antimicrobianos han revertido síntomas de demencia hasta entonces considerados irreversibles. Por ejemplo, un hombre de 70 años diagnosticado con Alzheimer, después de tratar una infección por el hongo Cryptococcus neoformans, pudo volver a conducir y trabajar.
Algunas vacunas, como la BCG contra la tuberculosis, han mostrado posiblemente una reducción del riesgo de demencia. Además, el mantenimiento de buena higiene, salud bucodental y un estilo de vida saludable podrían reforzar el sistema inmunológico, ayudando a proteger el cerebro. Esta nueva comprensión del cerebro como un ecosistema está atrayendo un gran interés dentro de la comunidad científica, y Schultek ve en los hallazgos un horizonte prometedor para el tratamiento de la demencia.
DCN/Agencias