Los riesgos eran claros. Los principales asesores económicos del presidente Luiz Inácio Lula da Silva advirtieron repetidamente que cualquier intento de relajar el plan de austeridad fiscal que se estaba diseñando podría ocasionar un nuevo colapso en los mercados financieros brasileños.
A pesar de las advertencias, Lula solicitó a su equipo incluir medidas de reducción de impuestos para los sectores más vulnerables en el paquete que se presentó a finales de la semana pasada, lo que disminuiría el ahorro fundamental que generaría el plan, según informó Bloomberg.
Como era de esperarse, los mercados reaccionaron negativamente, con un descenso inmediato del 2,4% en la bolsa, que ya venía en caída durante meses, y la moneda brasileña alcanzó un mínimo histórico frente al dólar.
Dos años después de su retorno a la presidencia, Lula atraviesa un momento delicado. A sus 79 años, los acontecimientos recientes han puesto en evidencia que no actúa con la misma flexibilidad política que lo caracterizaba hace dos décadas, cuando estaba dispuesto a hacer sacrificios para mantener el apoyo de los inversionistas. Ahora se plantea si su postura es tan rígida que ignorará las solicitudes de sus asesores para implementar un recorte del déficit lo suficientemente agresivo como para estabilizar tanto los mercados como la economía brasileña en su conjunto.
La depreciación del real también ha llevado a los analistas a anticipar que el banco central tendrá que aumentar la tasa de interés de referencia a un 15%, mientras otros países están revisando a la baja sus costos de endeudamiento, con el fin de controlar la inflación.
El plan fiscal contempla un recorte de cerca de 70 mil millones de reales (11 mil 600 millones de dólares) hasta 2026, limitando las alzas del salario mínimo y estableciendo restricciones en los ingresos de los empleados públicos mejor remunerados. Además, establece requisitos para la jubilación militar y prohíbe la creación de nuevos recortes fiscales en contextos de déficit presupuestario primario.
DCN/Agencias