¿Cuándo es el momento idóneo para reemplazar tu almohada?

El uso prolongado de almohadas no solo impacta su apariencia, sino también su funcionalidad. Muchos consumidores han notado que algunos fabricantes incluyen fechas de caducidad en sus almohadas, lo que suscita la inquietud sobre si realmente tienen un “vencimiento”. Aunque no caducan como los alimentos, hay razones de peso para considerarlas como productos que deben ser reemplazados de forma periódica. La Fundación Nacional del Sueño recomienda cambiar las almohadas aproximadamente cada dos años debido a la acumulación de ácaros, células muertas y otros alérgenos, además de la pérdida de soporte, lo que puede afectar la calidad del sueño.

Las almohadas son esenciales para un descanso reparador, ya que deben brindar un soporte adecuado para la cabeza y el cuello. Sin embargo, con el tiempo, pueden perder su forma, recoger suciedad, y volverse un lugar propicio para la proliferación de ácaros y otros contaminantes. Este deterioro puede pasar desapercibido hasta que se compara con un modelo nuevo o de alta gama, como los que se utilizan en hoteles.

Según expertos, la duración promedio de una almohada es de aproximadamente dos años, lo que permite disfrutar de su máximo rendimiento antes de que empiecen a hundirse. No obstante, esta no es una norma estricta. Se sugiere prestar atención a las señales del cuerpo; si al despertar se siente rigidez o dolor en el cuello, puede ser un indicativo de que la almohada necesita ser reemplazada. Una prueba práctica es la “prueba del zapato”: si al doblar la almohada por la mitad y colocar un zapato encima, no recupera su forma original, es momento de renovarla.

Un estudio reciente indica que las almohadas pueden albergar una gran cantidad de ácaros del polvo, lo que podría agravar problemas respiratorios y alergias. Además, la acumulación de aceites, caspa y otros contaminantes provoca que las almohadas pierdan color con el tiempo, indicando la necesidad de un reemplazo.

La durabilidad de una almohada varía según el material. Las de poliéster suelen ser menos duraderas, con una vida útil de aproximadamente un año, mientras que las de plumón pueden durar hasta tres años si se cuidan adecuadamente. Se recomienda lavar las de plumón regularmente para mantener su esponjosidad y reducir la humedad y los ácaros.

Aunque se aconseja cambiar las almohadas cada dos años, no es una regla absoluta. Si una almohada más antigua se siente cómoda y está limpia, no hay inconveniente en continuar usándola, siempre que se mantenga en condiciones higiénicas. En conclusión, el cuidado y atención a las señales del cuerpo son claves para determinar el momento ideal de cambio.

DCN/Agencias

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