Una investigación reciente ha puesto en cuestión las creencias tradicionales sobre la infancia y la salud emocional, centrándose en un tema que afecta a muchas familias en el mundo: la comparación entre hijos únicos y aquellos que crecen con hermanos.
A lo largo de los años, se ha discutido ampliamente sobre las ventajas y desventajas de crecer con o sin hermanos. Ahora, un estudio respaldado por datos neuropsicológicos ofrece una nueva visión sobre el impacto que estas dinámicas familiares tienen en el bienestar emocional de los individuos.
Un estudio publicado en la revista Nature Human Behavior sugiere que los hijos únicos pueden tener una mejor salud mental en comparación con los que tienen hermanos. Los resultados del estudio indican que los hijos únicos reportaron una mayor satisfacción con la vida, menor impulsividad y una menor necesidad de aprobación externa.
Asimismo, se observó que los hijos únicos tienden a ser más abiertos, creativos y poseen una memoria más desarrollada. Los investigadores atribuyen estos beneficios a la mayor atención que suelen recibir de sus padres, lo que fortalece su bienestar psicológico y sus capacidades intelectuales.
En la investigación se analizaron a 7.186 adultos jóvenes a través de técnicas como imágenes cerebrales, evaluaciones conductuales y cuestionarios sobre sus experiencias en la infancia. Las resonancias magnéticas mostraron diferencias positivas en la materia gris y blanca del cerebro de los hijos únicos, especialmente en áreas relacionadas con el razonamiento y el procesamiento de información.
Los investigadores concluyen que aspectos como la disponibilidad de los padres, el apoyo familiar y los recursos económicos son determinantes en estos hallazgos. Sin embargo, señalaron que no se tomaron en cuenta otras variables como el papel de los primos o amigos, que también pueden ofrecer beneficios sociales similares a los de tener hermanos.
Los autores del estudio afirmaron que, en contradicción con la percepción común de que los hijos únicos suelen tener problemas de conducta, encontraron relaciones positivas con la neurocognición y la salud mental. Además, mencionaron que un mayor acceso a recursos económicos y la atención de los padres pueden contribuir significativamente a la competencia intelectual y al bienestar emocional de estos niños.
Esta investigación, por lo tanto, invita a reconsiderar las nociones sobre las dinámicas familiares y su repercusión en el desarrollo emocional de los niños.
DCN/Agencias