No sólo se trata del contacto piel con piel, debemos entender el concepto de “Caricias” como un símbolo de reconocimiento. Una caricia es un gesto amable, una sonrisa, una mirada, una crítica constructiva, un feedback.
Entendiendo el origen de la rebeldía y de los comportamientos inadecuados:
Si estamos en el desierto, no tenemos agua para beber, nos encontramos sedientos y al borde de la muerte y de pronto encontramos un charco de agua en muy mal estado, sin duda que cualquiera de nosotros se lanzaría en ella, bueno igual ocurre con la necesidad de caricias, de reconocimiento por parte de nuestros hijos.
Desean obtener la atención de los padres de una buena o mala manera.
Preferir el dolor a la nada, por lo tanto cuando nuestros hijos no saben cómo obtener “caricias positivas”, hacen lo posible para obtener por lo menos “caricias negativas” antes que no tener ningún tipo de feedback, de reconocimiento o de ATENCIÓN por parte de sus padres.
Muchas de las disfunciones que se presentan en las relaciones con los hijos no se generan de manera consciente, se generan obedeciendo al siguiente principio: “Cometo un error inconscientemente para llamar tu atención, ya que como tú no me reconoces amablemente, positivamente, lo que hago es provocarte”.
La Rebeldía
El adolescente en rebeldía busca la atención de esos padres ausentes (por trabajo, por cansancio, por “falta de tiempo”). “Pégame, pero no me ignores”, eso crea comportamientos disfuncionales que en realidad lo que buscan es obtener el reconocimiento de aquella persona a la que ama.
“La rebeldía no es más que una forma desesperada de llamar la atención”.
En la medida en que los padres logremos ser conscientes de esto, podremos entender los comportamientos poco afortunados e incluso tóxicos de nuestros hijos. Entender esto nos permitirá ver que los comportamientos de nuestros hijos no buscan “molestarnos deliberadamente” sino que son un llamado, un grito desesperado por captar nuestra atención, nuestro feedback, nuestras caricias.
A partir de esta premisa: “Todo ser humano necesita caricias positivas para vivir” podemos concluir que a la hora de relacionarnos con nuestros hijos no servirá de nada una “relación tóxica”, el insulto, la presión innecesaria o el acoso moral.
Se trata de entender que debemos respetar, cuidar, dar alas, valorar, acariciar y amar a nuestros hijos. El secreto está en la atención y el interés por los hijos, quizás son una esponja que algún día escurrirán en tí todo lo que han absorbido.
DC/Padres al Límite