«En las reglas de los concursos internacionales no está establecido que las niñas tengan que ser completamente naturales. Tienen que ser bellas. ¿Cuál es origen de esa belleza? No importa», dice Osmel Sousa, entrevistado por The New York Times.
Este cubano de 67 años, radicado en Venezuela desde los 13, es el «zar de la belleza» en la tierra del chavismo. Es el presidente de la Organización Miss Venezuela, que realiza los concursos que eligen a las mujeres más lindas del país.
Pero además prepara a las mejores de ellas para competir en los certámenes internacionales, como Miss Universo. Donde Venezuela tiene una larga lista de ganadoras.
El ideal de belleza de Sousa se destaca por su irrealidad, y se expresa en curiosos maniquíes que invaden las tiendas más y menos exclusivas de Caracas y de otras grandes ciudades. Cinturas diminutas y bustos inflados crean una combinación que sólo puede conseguirse por medio del bisturí.
Cirujanos consultados por el periódico neoyorquino cuentan las insólitas cosas que algunas personas están dispuestas a hacer con tal de obtener esas figuras de ensueño. Empeñar el automóvil y la casa para pagar una cirugía se volvió algo peligrosamente frecuente en Venezuela.
Billy Spence, uno de los especialistas entrevistados, alerta sobre el engaño que genera para las mujeres que consumen con avidez los certámenes de belleza ver a las ganadoras y creer que esas figuras son accesibles.
«Una Miss Venezuela ha sido retocada por nosotros los cirujanos plásticos ‘n’ cantidad de veces para ganar un concurso. Debió hacerse una nariz, unas mamas, una lipo», explica.
Pero Sousa no tiene ningún prurito en reconocer su pasión por las cirugías. «En Venezuela hay mucha escasez de busto. Si se corrige fácilmente con una cirugía, ¿por qué razón no hacerla? Así ha sucedido, y quedan perfectas», concluye.
New York Times
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