Mientras para Brasil el partido por el tercer puesto es una cuestión de honor, Holanda lo vive como una pesadilla innecesaria y la mínima ilusión de salir del Mundial con una victoria.
El histórico revolcón por 7-1 que sufrió el anfitrión ante Alemania ha sacudido el fútbol brasileño. La prensa local no deja de hablar de la humillante derrota en su propia casa. Los debates sobre el futuro de la selección y de su técnico Luiz Felipe Scolari están en boca de todos, pero de algún modo pospuestos a la espera del partido del sábado contra Holanda en Brasilia.
Neymar, quien quedó a salvo de la mancha del ya conocido como Mineirazo por encontrarse lesionado, regresó a la concentración brasileña para saludar a sus compañeros y lanzar un mensaje de esperanza.
«Ya sabemos que no podemos lograr nuestra meta principal», reconoció Scolari. «Pero todavía tenemos el partido por el tercer lugar y queremos ganar algo, para darle al menos algo de alegría al pueblo brasileño».
Scolari dijo que hará dos o tres cambios a la alineación que enfrentó a Alemania, pero no dio pistas. En un entrenamiento el viernes, utilizó una alineación sin el delantero Fred, quien ha tenido un pobre desempeño en todo el campeonato.
El capitán Thiago Silva, quien no jugó contra Alemania por estar suspendido, probablemente juegue contra Holanda. El central todavía tiene clavada la espina de la eliminación ante Holanda hace cuatro años en el Mundial de Sudáfrica.
«No puedo estar más motivado», afirmó Silva. «Es un objetivo distinto, pero jugaremos pro nuestro honor y dignidad.
Cuando vistes la camiseta de Brasil, tienes que respetarla, y siempre tienes que jugar con motivación. Tenemos que pasar la página».
El recibimiento de la «torcida» a su selección es una incógnita. El equipo salió abucheado de Belo Horizonte el martes. El orgullo sigue herido, mientras, para colmo de males, los brasileños soportan una invasión de argentinos que llegan en masa a Río de Janeiro para seguir la final del Maracaná entre Argentina y Alemania.
AFP