La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, desvinculó la derrota sufrida por la selección de su país en el Mundial de las elecciones de octubre próximo, en las que aspira a un nuevo mandato, y aseguró que lo que ocurre en el fútbol se queda en el campo.
“Brasil es un país muy maduro. Lo que pasa en el campo se queda en el campo. En Brasil hay una tradición: el fútbol y la política no se mezclan”, dijo la presidenta en un encuentro con corresponsales de medios extranjeros, realizado en el Palacio de la Alvorada, su residencia oficial en Brasilia.
Rousseff valoró en especial el “éxito” de organización que ha sido el Mundial y garantizó que ha callado a quienes “decían que todo sería un caos y que solamente habría manifestaciones y violencia”.
Según Rousseff, ahora, cuando faltan dos días para que concluya el torneo, “nadie puede criticar” la organización.
En su opinión, “el pueblo” brasileño demostró que aquellos que apostaron en contra del éxito del Mundial “estaban equivocados”.
Sin mezclar
Rousseff también descartó que la goleada por 7-1 que Alemania le endosó a la selección brasileña para dejarla fuera de la final pueda cambiar la opinión de los ciudadanos respecto a la organización del torneo.
En su opinión, “toda derrota es difícil, pero lo grave es si Brasil hubiera perdido fuera del campo, si los estadios no hubieran estado listos, si hubiese habido un caos en los aeropuertos y las calles o una epidemia de dengue, como llegaron a vaticinar algunos”.
La conclusión, según la presidenta, es que el Mundial “ha sido muy bueno para el país”, que ha ganado una proyección internacional “enorme” y le ha demostrado al mundo “la calidad de su pueblo” y su capacidad de combinar “pasión con eficacia”.
Legado
La mandataria insistió en que las infraestructuras construidas de cara al Mundial “no eran solamente para el campeonato” y que ahora “quedan para Brasil y para su pueblo”.
Explicó que, más allá de los estadios, están las obras dirigidas a mejorar el transporte público u otros servicios, las cuales dijo que “eran estrictamente necesarias con o sin un Mundial” de fútbol.
Rousseff volvió a insistir en que “comprende” las razones por las que cientos de miles de brasileños protestaron el año pasado en las calles del país, en medio de la Copa Confederaciones de la FIFA, en demanda de mejores servicios públicos.
Esas manifestaciones prometían repetirse durante el Mundial, lo cual finalmente no ocurrió, debido a que, en su opinión, el pueblo brasileño “sabe diferenciar las cosas”.
Según Rousseff, las reivindicaciones que tomaron cuerpo en la sociedad brasileña nacieron del propio éxito de las políticas sociales instrumentadas por su Gobierno y el de su antecesor, Luiz Inácio Lula da Silva, que retiraron de la pobreza a cerca de 40 millones de personas.
“Nosotros creamos esas reivindicaciones”, que son producto de una “drástica mejora social”, declaró Rousseff, quien consideró que el ascenso de muchos brasileños en la escala económica trajo aparejadas “nuevas ansias” y despertó el “derecho de querer más y mejor”.
Entre varios ejemplos, citó el de los aeropuertos, por los que hasta hace doce años circulaban 33 millones de pasajeros anuales, una cifra, que según datos oficiales, se ha elevado ahora a 103 millones.
“Una cosa es aumentar la renta, pero otra es mejorar y darle la calidad necesaria a los servicios públicos”, declaró Rousseff, quien citó esa meta como una de las centrales para un eventual segundo mandato, que pudiera obtener en las urnas en octubre próximo.
“Tiene que haber una violenta mejora de los servicios públicos”, declaró la presidenta, quien también consideró que urge modernizar al Estado brasileño a fin de darle mayor agilidad y emprender una profunda reforma política que el país posterga desde hace años.
DC/EFE
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