El mene chorrea. Se desparrama burbujeante y fangoso sobre la tierra a pocos metros de la casa de José Verde. El líquido maloliente -o “estiércol del diablo” como lo llamó Juan Pablo Pérez Alfonzo, creador de la Opep- brota por todas partes en Niquitao, poblado de Mene Grande, primer campo petrolero comercial del país.
Pero el “oro negro” que expulsa la tierra no siempre trae consigo progreso. Aún se mantienen de pie algunos ranchitos de zinc que el grupo Royal Dutch Shell (transnacional neerlandesa que explotó por más de dos décadas el petróleo en la zona, de 1920 a 1940) asignó a los trabajadores para que vivieran con sus familias. Hasta hace solo seis meses, José Verde vivía en unos de estos ranchos.
Con la frente empapada en sudor, bajo el abrasador sol de Mene Grande, recuerda lo que fue vivir por más de 50 años dentro de una lata. “Eso era un horno, al mediodía uno tenía que buscar una mata porque no se podía estar adentro. Yo soy hipertenso y cuando uno se mete en un rancho así, uno no aguanta el calor”, cuenta.
A pocos metros de su casa está ubicado, en el cerro La Estrella, el primer pozo de petróleo que puso en la mira del mundo al campo Mene Grande: Zumaque I. Pero ni siquiera por estar cerca del chorro de gracia, Verde se salvó. “Hace apenas seis meses fue que dejamos de vivir ahí. El Zumaque es el himno nacional de Baralt (municipio en el que está ubicado Niquitao, en el estado Zulia), es la vida de nosotros, pero la verdad es que el municipio no ha recibido lo que merece, usted se puede fijar subiendo, en la pata del cerro La Estrella, los ranchos que están ahí, no hay asfaltado, no hay agua, no hay un buen sistema de cloacas. Ahorita es que a nosotros nos tomaron en cuenta”, dice mientras muestra su nueva adquisición: una casita de cemento de la Misión Vivienda que lo protege del sol.
Ya lo decía Ricardo Aguirre a mediados de los años 60: “Maracaibo ha dado tanto / que debiera tener / carreteras a granel / con morocotas de canto”, en su célebre gaita La grey zuliana. Pero el valor de Mene Grande no solo está en el petróleo que produce, hasta el día de hoy, el Zumaque I: también es la cuna del sindicalismo en el país.
Luchan los obreros. El cronista de Mene Grande, Manuel Pérez Gil, ubica el nacimiento del movimiento obrero petrolero en esta tierra. “El 9 de julio de 1925, el obrero se ve en la necesidad de reclamarle a la Caribbean Petroleum Company sus reivindicaciones porque pagaban cinco bolívares diarios, el trabajador no tenía vivienda, no tenía agua potable, no tenía médico ni medicinas, estaba en condiciones infrahumanas, mientras la compañía ganaba mucho dinero”, narra.
La memoria oral del pueblo mantiene vivo a Augusto Malavé, el obrero que avivó la llama entre sus compañeros para exigir sus derechos. En esa época, dos hechos históricos marcaron el carácter del menegrandino: el asesinato de varios obreros, el 9 de julio de 1925, durante la primera asamblea de trabajadores petroleros, encabezada por Malavé, y la gran huelga petrolera de 1936, durante el gobierno de Eleazar López Contreras. Varias vidas cobró el régimen de Juan Vicente Gómez; una de ellas, sostiene el cronista, fue la de Malavé, aunque otros prefieren pensar que el aguerrido obrero cambió de nombre para escapar de la represión.
El chorro y la miseria. El investigador Jesús Prieto Soto plantea, en su libro El chorro, gracia o maldición, la preocupación que tenía 30 años atrás el economista Alberto Adriani -autor de la frase que popularizó luego Úslar Pietri, “sembrar el petróleo”-, y que continúa hasta hoy: la retribución de la renta petrolera en educación, salud y vivienda.
Pero, aunque esta siembra fue el lema de muchos gobiernos, incluyendo el de Chávez con la política de “soberanía petrolera” que financió el sistema de misiones, todavía pueblos como Mene Grande aun esperan su pedazo de oro negro. “El ambulatorio que está aquí no tiene ni un aire acondicionado y está a 500 metros del Zumaque”, reclama José desde su casita en Niquitao.
Un pozo de 100 años
La Estrella perforó el pozo. Esta máquina, que adquirió su nombre porque abrió la tierra hasta dar con el preciado petróleo, el 31 de julio de 1914, convirtió al Zumaque en el primer pozo comercial del país. De ahí brotó suficiente oro líquido para exportar 264 barriles diarios, y convirtió al campo Mene Grande en el preciado tesoro de la Caribbean Petroleum Company, transnacional que explotó dicho recurso. En su centenario, el Zumaque todavía produce 20 barriles. “A raíz de la explotación del pozo se pudo tener la primera refinería de Latinoamérica (Refinería de San Lorenzo), además es un hecho trascendental que este pozo, con 100 años, todavía siga produciendo y sea de vital importancia para Zulia y Venezuela”, opina Osman Castro, gerente general de la Alcaldía de Baralt.
El petróleo venezolano ayudó a los aliados en la I Guerra Mundial
Durante la Primera Guerra Mundial, las potencias involucradas (Rusia, Alemania, Francia y Estados Unidos) requerían de petróleo para movilizar su poder armamentístico, y para 1917 el mundo sabía que Venezuela podía proveer este recurso.
La historiadora Ligia Berbesí explica que las compañías extranjeras que explotaban el crudo en suelo venezolano tenían capital inglés y norteamericano y, por lo tanto, estaban vinculadas indirectamente con la guerra, por lo que aceleraron el establecimiento de la refinería de San Lorenzo para que se procesara el petróleo extraído de Zumaque I. “La refinería es de 1917, cuando estaba precisamente en plena efervescencia la Primera Guerra”, dice.
Origen indígena. El investigador Jesús Prieto explica que el mene (petróleo que arrastra el chorro al brotar de la tierra) no solo es la prueba de que el suelo de Mene Grande es rico en petróleo sino que además era de vital importancia para los aborígenes que habitaban la zona. Lo utilizaban para reparar sus embarcaciones y sus herramientas y para alumbrarse (el líquido era utilizado para las antorchas). De modo que antes de la Primera Guerra Mundial ya el petróleo tenía una utilidad para los primeros pobladores de Mene Grande.
Incluso el nombre con el que se bautizó el pozo, Zumaque, proviene de la lengua indígena y alude a una planta que existía en la zona a principios del siglo XX.
El reventón histórico del Barroso II se robó el protagonismo
El histórico reventón de Barroso II opacó la trascendencia del Zumaque. La lluvia de petróleo que cayó sobre el campo La Rosa es reseñada en libros y películas. En torno a este suceso hay asociados, incluso, milagros.
Cuenta Juan Bautista May, trabajador de la Venezuelan Oil Concesion (transnacional que explotó el suelo de Cabimas), en Cabimas: memorias de un pueblo petrolero, que en la madrugada del 14 de diciembre de 1922 sintieron una sacudida y un ruido similar al de un trueno que retumbaba. Segundos después, el petróleo reventó la tierra sin parar, durante diez días. Solo la intervención de San Benito detuvo el chorro, cuando devotos del santo empezaron a cantarle para pedirle el milagro.
A pesar de lo emblemático que es el reventón para la era petrolera del país, la directora del Acervo Histórico de Zulia, Ligia Berbesí, considera que al Zumaque se le restó la importancia histórica que debería tener como consecuencia de una política dirigida intencionalmente a generar desconocimiento y desapego por el petróleo. “Después de la nacionalización del petróleo nadie hablaba del Zumaque, nadie hablaba del cerro La Estrella, entonces hemos perdido este referente histórico y lo hemos tratado de recuperar a través de la memoria oral del pueblo con trabajadores de la época que desde sus recuerdos nos permiten reconstruir y reivindicar la hazaña del baraltense que fue invisibilizada con la intención de castrarnos nuestra memoria porque siempre ha sido el extranjero el que sabe de petróleo y lo explota en nuestro suelo”, asegura.
Ibis León Malavé/Últimas Noticias